SONIDOS DEL MUNDO
viernes, 31 de octubre de 2025
EL DIABLO EN EL ARTE: Una inmersión a la oscuridad de lo prohibido
 No existe un tema más tabú que el demonio. Desde una concepción teológica de la sociedad, se nos han inculcado unos valores basados en la tradición cristiana que propugna la repulsa hacia todo lo que se muestre en contra de los designios y mandatos de Dios. Incluso el arte, que siempre se ha mostrado rebelde, contestatario y revolucionario contra las normas establecidas, muestra miedo, respeto y resquemor ante una dimensión desconocida y peligrosa. En primer lugar, hay que señalar que existen muy pocas obras dedicadas al diablo o al infierno. Tal vez incluso los más osados artistas experimentan un recelo, terror o escalofrío por todo el cuerpo cuando se trata de representar una obra que no sólo va en contra de la moralidad, sino de todo lo que es bueno, quebrando los principios esenciales de la existencia humana y condenándola a un castigo eterno de fuego y angustia.  Asimismo, el Séptimo Arte, se ha encargado de mostrarnos al diablo como un ser desagradable y maligno en películas como “El Exorcista” de William Petty. Sin embargo, nosotros iniciaremos un viaje para descubrir las entrañas mitológicas y supersticiosas representadas en la obra de numerosos artistas que han traspasado todos límites aceptables realizando creaciones que por su contenido bien podrían haber acabado en la hoguera de la Inquisición. Porque el diablo representa todo aquello que el hombre teme: la maldad en estado puro que destruye el alma y la arroja al abismo del olvido.  Como sabéis, la mayoría de las obras de temática religiosa adoptan la cara afable y simpática de vírgenes impolutas o el sacrificio de penitentes que buscan la redención a base de pedradas. Un tema recurrente y fácil de asimilar para épocas en las que representar lo contrario (a no ser que fuera sometido) suponía una herejía intolerable. Dejando así a un lado esa visión medieval de castigo y pecado veamos las principales obras realizadas con el semblante del “Príncipe de las Tinieblas”: 1-El Jardín de las Delicias, El Bosco (1500 – 1505). Las obras más conocidas de El Bosco, y muy especialmente los tres paneles que componen El jardín de las delicias, han quedado reducidas a nivel popular a una especie de ¿Dónde está Wally? del arte pictórico. Hay más información, personajes, simbolismos y detalles delirantes en un solo centímetro cuadrado de un cuadro de El Bosco que en la obra completa de muchos otros artistas (contemporáneos y no tan contemporáneos) suyos. O, dicho de otra manera: con las ideas que El Bosco plasmaba en un solo panel otros muchos habrían tenido suficiente para la obra de una vida entera. El panel derecho de El jardín de las delicias, que representa un paisaje infernal en el que el hombre ha sucumbido finalmente a todas las tentaciones, es singularmente atroz. Esas orejas-tanque con una daga por cañón que recorren el paisaje aplastando seres humanos a su paso, ese gigante en forma de huevo roto que gira la cabeza en dirección al espectador y sobre cuya cabeza un engendro indeterminado toca un instrumento musical fabricado sin duda alguna en el pozo más oscuro del infierno, ese pájaro antropomorfo con los pies metidos en ánforas y una marmita por sombrero que devora a un hombre de cuyo culo salen golondrinas… El material del que están hechas las peores pesadillas; 2- El Caballero, la Muerte y el Demonio, Alberto Durero (1513). Tal vez el artista alemán más importante, Durero hizo muchos grabados en aguafuerte con una técnica que nunca ha sido superada. En el Renacimiento, Durero exploró muchos campos del saber que reanimaban sus creaciones artísticas. Con toques de gótico flamenco y de renacimiento italiano, su pintura es extremadamente original. En este grabado, las imágenes simbólicas generan un mensaje moralizante. Un caballero monta su corcel, armado, se dirige a la lucha, a su lado está la muerte que se ensalza con carnes putrefactas y serpientes en el pelo y detrás, una figura antropomorfa, con cara de chivo, pasa desapercibido. En la pintura también se observan a un perro que es símbolo de la fidelidad y un lagarto, símbolo del alma que busca la luz, ambos huyen como premonizando lo que está por ocurrir; 3- El Aquelarre, Francisco de Goya (1798). Esta pintura es una de las que se encontraron en los muros de su casa de la Quinta del Sordo, y pertenece a las llamadas “pinturas negras” del artista. Una visión cruda del mundo, en la que, unas brujas rodean a un macho cabrío frente a una fogata. Con más de cinco metros de largo, tiene múltiples interpretaciones, una de las más conocidas es la de Nigel Glendinning, en la que asegura, el macho cabrío representa al demonio y la joven a la que le habla, se encuentra en su iniciación para ser bruja. Como una caricatura de lo maligno, todos parecen grotescos y casi convertidos en animales; 4- Infierno, Hans Memling (1473). Este artista flamenco representó las escenas del Juicio Final y el tormento de los pecadores en el infierno. Del lado izquierdo, las puertas del paraíso se abren, en medio, Cristo se enaltece mientras uno de sus ángeles juzga con severidad a los seres humanos y en el lado derecho, el infierno arde con demonios de color negro que atrapan a los pecadores y los funden en las llamas de un lugar en el que seguramente nunca quisieron estar; 5- La Ronde du Sabbat, Louis Boulanger (1828). Louis dibujó esta litografía para ilustrar uno de los poemas de Odas y baladas de Victor Hugo. La composición es aterradora: un magma informe de brujas, demonios, homúnculos, caballos y serpientes cae a borbotones del techo de la catedral y se arremolina alrededor de Satán, que ha adoptado la forma de un cardenal con cuernos de macho cabrío. A su alrededor, un puñado de monjes casi tan terroríficos como los de El nombre de la rosa sostiene antorchas y lee un libro indeterminado cuyo contenido, se supone, no augura nada bueno. De ahí el nombre de la obra, que en español vendría a ser algo así como El corro del aquelarre. Intuyo que el concepto es prácticamente imposible de trasladar a imagen real, pero el director de cine que lo consiga tendrá mi admiración ad infinitum; 6- Dante y Virgilio en el Infierno, William-Adolphe Bouguereau (1850). La Divina Comedia de Dante describe la entrada de éste con Virgilio en el octavo círculo del infierno (donde están los falsificadores). Este apacible lugar es pintado aquí por Bouguereau, y podemos ver a Capocchio, alquimista hereje, mordido en el cuello por Gianni Schicchi, un personaje que suplantaba identidades. Dante y Virgilio observan la escena algo acaramelados. Y es que el cuadro oscila entre la brutalidad y el homoerotismo…La pelea sirve a Bouguereau de excusa para presumir una vez más de su indudable poderío. Lo cierto es que no sabemos qué pasa en ese círculo del infierno, pero todos se pelean al fondo. Arriba, el Demonio sobrevuela la escena con los brazos cruzados y una blanca sonrisa. 7. ¡Ay de mí! ¿Hacia dónde huiré, ira infinita y desesperación infinita? (Gustave Doré, 1866) Buena parte de la iconografía demoníaca moderna surge del poema de John Milton El paraíso perdido, publicado por primera vez en 1667. El paraíso perdido describe la caída de Adán y Eva por obra de Lucifer, que pretende vengarse de Dios a través de su obra más querida, el ser humano. Decenas de artistas de todas las épocas han ilustrado la obra maestra de Milton con desigual suerte, pero quizá sea Gustave Doré el que mejor supo captar la atmósfera atormentada del poema (que no por casualidad está considerado como una de las obras maestras de la literatura universal). De todas las láminas que creó el artista francés para El paraíso perdido, mi preferida es esta, que retrata el momento sublime de la caída de Satán a la Tierra, expulsado por Dios de la corte celestial. En conclusión, aunque apartado y ocultado durante muchísimos años salvo para representarlo como figura de contraste o de castigo, el Diablo siempre ha estado en nuestra imaginería colectiva (con muchos nombres, formas, métodos, etc.) ya que forma parte de nuestra dualidad como seres humanos. Y no es algo que debamos esconder, si no comprender para poder entender mejor nuestra naturaleza. Además, recordad que Lucifer, antes de ser demonio, fue un ángel...  
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