SONIDOS DEL MUNDO
domingo, 10 de febrero de 2013
PYONGYANG: La arquitectura como arma política
Corea del Norte es el país más impenetrable del planeta. Su capital, Pyongyang, es casi imposible de visitar, pero tiene el mayor arco de triunfo del mundo y un hotel que iba a ser el más alto del planeta cuando se empezó a construir hace más de dos décadas y que actualmente es solo un cascaron vacío, Su desolado interior es un símbolo en una de las ciudades del globo con menor afluencia de turistas. Con todo, los 24 millones de norcoreanos conocen bien las construcciones de su país. Ellos mismos han levantado mediante trabajos forzados muchos de los bloques de viviendas con los que se reconstruyó una nación arrasada por una guerra fratricida y aislada luego por una dictadura hereditaria. En efecto durante medio siglo, Kim Il-sung y su hijo Kim Jong-il supervisaron el urbanismo de su nación. Nunca en la historia se había producido una tutela tan estricta de un dictador sobre la construcción de un país entero. Así, en las cinco últimas décadas, los norcoreanos se han visto a “adoptar” las extravagantes ideas del genocida. Se han casado frente a la monstruosa estatua del líder y le han quitado diariamente el polvo a su horrible retrato (el único ornamento permitido en las paredes de las casas). En la única dinastía comunista del planeta nada quedó al azar. Pero la caída de los países del bloque socialista, a finales del siglo pasado, cerró la puerta de las ayudas y abrió la de una hambruna que diezmó dramáticamente la población e incrementó las huidas. ¿Cuánto puede durar el aislamiento de 24 millones de personas uniformadas y desnutridas que se vigilan unas a otras? ¿Cómo ha podido construirse el monumental escenario que es la capital de este infierno “socialista” en un país pobre y aislado del mundo exterior? La historia se remonta a finales de los años cuarenta, cuando el guerrillero Kim Il-sung se enfrentó a la dominación japonesa y se convirtió en el nuevo dictador de Corea del Norte. Durante años consolidó su poder manejando toneladas de hormigón y librándose del mínimo atisbo de oposición. Fue un déspota asesino que tenía a Stalin como su modelo y decidió imitarlo levantando edificios monumentales. La idea era consolidar Pyongyang como la nueva capital para arrastrar la revolución hacia el sur, por todo el país. Para convertirla en una ciudad “majestuosa”, tuvo el apoyo chino que le facilitó transferencias tecnológicas, envío de alimentos, subvenciones, créditos y hasta la cancelación de deudas. Y en cuanto a mano de obra, tenía millones de esclavos que trabajaban para el las 24 horas del día bajo estrecha vigilancia del ejército. Así, hasta 1990 se levantaron las mayores obras que tejieron una ciudad monumental en la que paradójicamente sus ciudadanos se morían de hambre. En 1989, mientras caían las dictaduras comunistas en Europa, continuaban las obras en Pyongyang. Kim Jong-il hizo embalsamar el cuerpo del monstruo de su padre cuando este murió en 1994, y sustituyó el calendario gregoriano por el nuevo Juche, que empieza a contar en 1912, año del nacimiento del genocida, convertido en “presidente eterno”. Tras tres años de luto oficial, fue designado secretario del partido en 1997. Del “Gran Líder” al “Querido Dirigente”, y de este al “Brillante Camarada”, en la tercera generación de la dinastía Kim, el país que arrasó la guerra es hoy un escenario de ciencia ficción. Con grandes avenidas desiertas de acceso prohibido - únicamente utilizadas para realizar grandes desfiles militares para atemorizar a la población - monumentales construcciones de hormigón y hoteles de lujo que nadie ocupa, tiene el mayor número de monumentos de pésimo gusto por habitante que cualquier ciudad del globo. Es por ello que no es de extrañar que las agencias de viajes de Corea del Sur anuncien el destino con una frase reveladora “Pyongyang, visítelo mientras dura”. No hay que ser adivino para saber lo que sucederá en el futuro y es que su destino esta marcado: Pyongyang esta condenada a su destrucción y la caída del régimen comunista arrastrara indudablemente a este espantoso lugar levantado únicamente para ensalzar los sueños paranoicos de un asesino.
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