viernes, 27 de diciembre de 2024

EL CONCIERTO DE AÑO NUEVO DE LA ORQUESTA FILARMONICA DE VIENA: A que no querrás perdértelo

Como cada año, la Orquesta Filarmónica de Viena presenta un concierto de Año Nuevo con obras de la familia Strauss y sus contemporáneos. Celebrado en el Musikverein de Viena, el evento presenta impresionantes decoraciones florales y se transmite a alrededor de 90 países. La orquesta disfruta de una residencia de tres días, ofreciendo a audiencias globales una celebración festiva y clásica. En esta ocasión, la serie de conciertos de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena en el Musikverein consta de tres presentaciones. La Presentación Previa es el 30 de diciembre del 2024 a las 11 am, seguida del Concierto de Nochevieja el 31 de diciembre a las 7:30 pm, y el Concierto principal de Año Nuevo el 1 de enero del 2025 a las 11:15 am. El Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena en 2025 será dirigido por Riccardo Muti, con un repertorio dominado por obras de Johann Strauss II, en celebración de su 200 cumpleaños. El programa incluye ocho de sus piezas, junto con obras de otros compositores austríacos. Este año marca la primera vez que se interpretará una pieza de una compositora, el "Ferdinandus Waltz" de Constanze Geiger. Los tradicionales bises incluyen "El Danubio Azul" de Johann Strauss II y la "Marcha Radetzky" de Johann Strauss I. La colaboración artística entre los Filarmónicos vieneses y el maestro Muti, que comenzó en 1971, ha dado lugar a más de 500 conciertos realizados en conjunto, incluidos seis Conciertos de Año Nuevo, diversos programas de abono, eventos conmemorativos, actuaciones como invitado y giras, así como numerosas producciones de ópera en la Staatsoper de la capital austríaca. Un hito especial de la temporada 2025 del conjunto vienés será el concierto de celebración del 200º aniversario de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven, también bajo la batuta de Muti.– ÓA. Como sabéis, los Conciertos de Año Nuevo en Viena se han celebrado en la Sala Dorada ("Goldener Saal") del Musikverein desde 1939, gracias a una genial idea del ministro de Propaganda del III Reich Joseph Goebbels, y desde entonces se ha estado realizando ininterrumpidamente. Desde 1980, se elige a un director diferente cada año para dirigir la orquesta, añadiendo un toque único al prestigioso evento. Desde 1959 es una producción de la televisión austriaca ORF, en coproducción con la Unión Europea de Radio-Televisión (UER-EBU-Eurovisión), que la retransmite a más de 90 países de todo el mundo, con una audiencia de más 55 millones de telespectadores solo en Europa. Por cierto, la compañía del Ballet Estatal de Viena (Wiener Staatsballett) es una de las más importantes del mundo. Desde el 2010 es el nombre de los conjuntos de danza de la Ópera Estatal de Viena (Wiener Staatsoper) y de la Ópera Popular de Viena (Volksoper Wien), protagonista destacado con sus actuaciones cada 1 de enero en el Concierto de Año Nuevo. En los últimos años han sido invitados a dirigir este concierto, maestros como Georges Prêtre, Franz Welser-Möst, Zubin Mehta, Mariss Jansons, Gustavo Dudamel, Christian Thielemann, Andris Nelsons y Daniel Barenboim. Hoy es el turno de Riccardo Muti... y la tradición continua.

viernes, 20 de diciembre de 2024

LA VERDAD OCULTA: ¿Es la mitología cristiana una adaptación del Mitraísmo?

Los Misterios Mitraicos, también conocidos como Mitraísmo, fueron un culto mistérico en el mundo romano en el que los seguidores adoraban a la deidad persa Mitra como dios de la amistad, los pactos y el orden, que compitió con el cristianismo hasta el siglo IV. El culto apareció por primera vez a finales del siglo I a.C. y, a un ritmo extraordinario, se expandió desde la península itálica y las regiones fronterizas hacia todo el imperio romano. El culto, como muchos otros, era secreto. Los iniciados (es decir, los seguidores del culto) adoraban a Mitra en templos construidos a menudo en cuevas, y ocultos al público. Esto se hacía para crear la sensación de formar parte de un grupo especial, como un grupo íntimo de amigos que no comparte secretos con personas ajenas. Sin embargo, el secretismo del culto fue tolerado por las autoridades, especialmente por los emperadores romanos, porque favorecía el poder imperial. Se han encontrado más de 200 templos de Mitra, desde Siria hasta Gran Bretaña, pero los hallazgos se concentran sobre todo en Italia, en el Rin y el Danubio. Tras la Crisis del Siglo III d.C. y la implantación del cristianismo, los Misterios de Mitra fueron perdiendo importancia a medida que los templos fueron tapiados o destruidos por los cristianos. Sin embargo, algunos templos siguieron en uso hasta principios del siglo V d.C. El elemento más importante del mito detrás de los Misterios Mitraicos era el sacrificio de un toro por parte de Mitra; esta escena también se conoce como «tauroctonía». Se creía que de la muerte del toro - un animal considerado a menudo como símbolo de fuerza y fertilidad - surgía una nueva vida. El renacimiento era una idea esencial en las creencias de los Misterios Mitraicos. El sacrificio del toro establecía un nuevo orden cósmico, y estaba asociado a la luna que también tenía vínculos con la fertilidad. Un aspecto especial de los Misterios Mitraicos es su visualidad. El sacrificio del toro se representaba en un relieve de piedra que ocupaba un lugar central en casi todos los templos de culto. En el relieve, a menudo se muestra a Mitra mientras somete al toro en el suelo y lo mata. Al ser un dios persa, Mitra lleva lo que los romanos creían que era el típico «atuendo persa»: el gorro y los pantalones frigios, que los romanos no vestían. Se han encontrado alrededor de 650 de estos relieves en piedra, y todos son sorprendentemente similares. En un ejemplar típico, como la célebre escultura del Museo Romano-Germánico de Colonia, Mitra aparta la mirada del toro moribundo, viendo hacia la luna. Además, Mitra cuenta con algunos ayudantes que le asisten en la toma de la fertilidad del toro: un perro y una serpiente beben de la sangre del toro, y un escorpión pica los testículos de la bestia. Además, un cuervo se sienta en la cola del toro, que suele tener una punta con forma de espiga. El cuervo podría haber desempeñado el papel de mediador entre Mitra y el dios solar Sol Invictus, con el que Mitra compartirá la carne del toro. El relieve del sacrificio del toro se colocaba típicamente al final del templo, que estaba construido esencialmente como un comedor romano alargado: un pasillo flanqueado por dos amplios bancos elevados. Sin embargo, el sacrificio del toro rara vez era realizado por los propios fieles, pero sí imitaban cómo Mitra compartía la carne del toro con Sol, como atestiguan los fragmentos de platos y huesos de animales que se han encontrado en estos templos. Se consumía carne de cerdo de alta calidad, pollo y una gran cantidad de vino en los animados festines cultuales que fortalecían el vínculo de los adoradores entre sí y con Mitra. No obstante, los Misterios Mitraicos no eran solo diversión y juegos. Había reglas estrictas en cuanto a la organización de las fiestas, por ejemplo, con la higiene. Además, había siete grados de iniciación, que iban desde el «corax» (cuervo) hasta el «pater» (padre), cada uno de los cuales tenía su propio tipo de vestimenta. Los otros grados eran «nymphus» (esposo), «miles» (soldado), «leo» (león), «perses» (persa) y «heliodromus» (emisario del sol). Cada grado de iniciación tenía una tarea diferente que cumplir, por ejemplo, un «cuervo» tenía que llevar la comida, mientras que los «leones» ofrecían sacrificios al «padre». Además, los iniciados debían participar en pruebas de coraje. Las pinturas del templo de Mitra en Santa María Capua Vetere nos muestran diferentes escenas de este ritual. Un iniciado, con los ojos vendados y desnudo, es conducido a la ceremonia por un asistente. Después, el iniciado tiene que arrodillarse ante el «padre», que le pone una antorcha o una espada en la cara. Finalmente, se le tiende en el suelo, como si hubiera muerto. Probablemente se trata de un «suicidio» ritual en el que el iniciado es «asesinado» con una espada escénica no letal, y luego tiene lugar su renacimiento. Otros elementos importantes del culto eran el renunciamiento y el cuestionamiento moral de uno mismo. Por ejemplo, según cuenta el autor cristiano Tertuliano hacia el año 200 d.C., se colocaba una corona en la cabeza del iniciado, la que debía rechazar diciendo «Mitra es mi (verdadera) corona» (Tertuliano, De corona milites 15). Esto también se consideraba un ritual de renacimiento, que daba comienzo a una nueva vida para el iniciado. Los primeros seguidores documentados de Mitra eran soldados y oficiales del ejército romano, pero con la creciente popularidad del culto, la mayoría de los votantes eran esclavos liberados provenientes de las ciudades. Las mujeres, sin embargo, eran excluidas. ¿Por qué un soldado romano, o cualquiera, pasaría por estos desafíos para convertirse en miembro de un Misterio de Mitra? En primer lugar, como ya se ha mencionado, el culto apoyaba al emperador, a diferencia de otros cultos, como las Bacanales. En segundo lugar, el culto se basaba en el interés mutuo, la amistad y la intimidad. Los templos solo acogían a pequeños grupos. Es comprensible que los miembros del ejército se sintieran atraídos por estos aspectos que garantizaban algún tipo de estabilidad en una profesión de bastante riesgo. Existen tres opiniones diferentes sobre cómo los Misterios de Mitra se convirtieron en un culto en el mundo romano y helenístico. Los historiadores romanos y griegos de los siglos II y III d.C. pensaban que el culto se había originado «en Persia» o «con los persas», y las primeras investigaciones concordaban con esta interpretación. Sin embargo, los hallazgos arqueológicos no corroboran este parecer: la mayoría de los templos mitraicos se han encontrado en Italia y las provincias del Danubio, no en Persia. Además, los relieves religiosos muestran a Mitra vistiendo lo que los romanos consideraban un atuendo oriental típico, pero muestran poca originalidad. Esto es comparable a los estereotipos modernos de que todos los alemanes visten pantalones de cuero, o que todos los estadounidenses llevan sombreros de vaquero. Un segundo punto de vista es que el Mitraísmo Persa original del oriente se mezcló con la cultura romano-helénica para transformarse en una nueva forma de culto. Aunque esta teoría de la transformación es tentadora, el problema sigue siendo que en la región fronteriza entre el mundo romano-helénico y el persa, donde habría tenido lugar esta fusión, hay pocos hallazgos de Culto Mitraico. En los últimos años se ha establecido una nueva y radical teoría que afirma que los Misterios Mitraicos no se originaron en Oriente, sino en Italia. El culto fue fundado por una persona desconocida, o «mente ingeniosa», que se apropió de algunos elementos del mundo persa para dar a sus Misterios Mitraicos un toque exótico. El problema aquí es que esta persona nunca es mencionada como el fundador ni siquiera por sus iniciados, y no hay ninguna evidencia que apoye la «teoría de la invención», aparte del mayor número de templos mitraicos en Italia, y la falta de ellos en otras regiones. (Cf. Witschel 2013: 209). Se concluye, así, que hay muy pocas fuentes para formular una explicación segura del origen del culto, y hay muchas lagunas históricas. Además de los numerosos artefactos visuales de los Misterios Mitraicos, han quedado pocas fuentes escritas. Solo hay descripciones escritas por autores cristianos, que, tal vez, no estaban muy emocionados por la competencia mitraica. A los ojos del padre de la iglesia Jerónimo, por ejemplo, los templos de Mitra eran lugares que mejor debían ser destruidos. No se conservan fuentes escritas por miembros de los Misterios de Mitra, pero esto tiene sentido, ya que era un culto secreto. Quizá no haya que centrarse tanto en encontrar una única raíz del culto. Más bien, deberíamos adoptar un enfoque dinámico. Teniendo en cuenta todo esto, mejor deberíamos estudiar de cerca las diferentes ramas de los Misterios Mitraicos en diferentes lugares, y los diferentes períodos de tiempo, o «estaciones», en los que este fascinante culto existió.

viernes, 13 de diciembre de 2024

NOTRE DAME: Historia, arte, religión y poder

Tras casi cinco años de cierre a causa del incendio que destruyó su techo y su emblemática aguja en el 2019, Notre-Dame volvió a abrir sus puertas, luego de un largo proceso de restauración que ha respetado escrupulosamente los diseños y la apariencia anteriores al fuego. En efecto, durante su casi milenaria existencia, la catedral de París, tal vez el templo gótico más icónico del mundo, ha sido saqueada, destruida y reconstruida varias veces. En Notre-Dame pueden admirarse la evolución del arte y los avatares políticos que han sucedido en Europa y Francia los últimos 850 años. Como sabéis, el arte gótico había impregnado ya de luz la basílica de Saint-Denis, abanderada por el abad Suger a las afueras de París, cuando en la isla de la Cité el obispo Mauricio de Sully concibió la construcción de un nuevo templo acorde con las necesidades de sus fieles. La elección del emplazamiento no fue casual. La primera piedra de Notre Dame – esa caliza luteciana que tantos monumentos ha modelado en la capital francesa – se colocó, posiblemente en 1163, en un punto en el que ya se habían alzado un templo románico y la primera iglesia cristiana de París, la basílica de Saint-Étienne, allá por el siglo VI. Hoy en día, la cripta bajo el atrio, acondicionada para mostrar los hallazgos arqueológicos fruto de las excavaciones realizadas entre 1965 y 1972, nos guía por las distintas edades de ese solar, desde la Antigüedad de la antigua Lutecia hasta el siglo XIX, marcado por la personalidad del barón Haussmann, el prefecto que renovó París. Tras la consagración de la capilla mayor en 1182, se celebró la primera misa, y, en torno a 1250, el cuerpo central ya podía darse por concluido. No obstante, los trabajos prosiguieron hasta mediados del siglo XIV, con la ampliación de los ventanales, la reconstrucción de los arbotantes y el añadido de una línea de capillas, que, en conjunto, afianzaron su gótico esplendor. Fue, por cierto, la primera catedral gótica que se sirvió del hierro para unir las piedras. “La construcción se ejecutó con gran rapidez. No hubo interrupciones significativas, y un gran número de masones [arquitectos y canteros] y escultores trabajaron en el sitio”, explica la historiadora Caroline Bruzelius en “The construction of Notre-Dame in Paris”. Como es lógico, la catedral fue objeto de numerosas reformas y rehabilitaciones a lo largo del tiempo, tal como corresponde a un santuario de esas dimensiones (127 metros de largo, 40 de ancho y 33 de alto). Durante sus primeros balbuceos, cinco maestros de obras dejaron su impronta en el edificio y prepararon el terreno para los que vinieron posteriormente. Por ejemplo, Jean de Chelles, cuyo nombre conocemos porque figura en una inscripción del crucero meridional. De Chelles apostó por los grandes ventanales y fue el artífice de la portada del claustro y del portal de San Esteban que cierra el brazo sur del crucero, completado por su sucesor, Pierre de Montreuil, quien asumió los trabajos hacia 1265. Este amplió la nave, iluminó el triforio con vidrieras y, ante todo, erigió grandes pilares sobre los que asentar las bóvedas de crucería. Y suma y sigue: por citar otro nombre propio, en el siglo XIV, Jean Ravy se ocupó de renovar los antiguos arbotantes, esencia de la arquitectura gótica. Entre tanto, los discursos escultórico y pictórico se fueron enriqueciendo con joyas como la anónima imagen de la Virgen con el Niño, del siglo XIV, en el pilar sudeste del transepto; La Piedad de Nicolas Coustou, en el altar mayor; o la serie de 76 cuadros de “Los mayos”, que el gremio de orfebres comisionó a los artistas más reputados del país entre 1630 y 1707. Desde sus orígenes, Notre Dame fue un templo muy querido por la monarquía. Luis VII, rey entre 1137 y 1180, dispensó doscientas libras francesas para su fábrica, y su nuera, Isabel de Henao, primera esposa de Felipe II el Augusto y madre de Luis VIII, fue enterrada allí en una fecha tan temprana como 1190. De igual modo, el féretro de Luis IX, el rey santo que, entre otras reliquias, se hizo con la corona de espinas de Cristo, fue depositado en el templo en 1271. Mucho más adelante, en 1638, Luis XIII consagraría el reino de Francia a la Virgen María antes de acometer diversas obras en este espacio. Al compás de los tiempos, la catedral fue testigo de los vaivenes de la ciudad y del reino. En 1314, asistió a la quema en la hoguera del último maestre templario, Jacques de Molay. Pasado unas décadas, arrostró la peste negra, que diezmó a un tercio de la población de París –a la sazón, mediados del siglo XIV, una metrópolis de unos doscientos mil habitantes–. Sobrevivió a las guerras de religión entre católicos y hugonotes –la matanza de San Bartolomé estalló a solo unos días de que Enrique de Navarra y Margarita de Valois contrajeran matrimonio en la catedral. Y, naturalmente, fue víctima de los furores revolucionarios de 1789. Durante ese período, Notre Dame sufrió su primer gran golpe con la nacionalización de los bienes de la Iglesia, que precedió al posterior saqueo del templo y a la decapitación de las veintiocho estatuas de los reyes de Judea en la fachada occidental, que los exaltados se obcecaron en identificar con los monarcas franceses. Por si fuera poco, sus campanas sirvieron para fundir cañones - a excepción de Emmanuelle –, y en sus naves se almacenaron miles de toneles de vino para subvenir las necesidades del Ejército del Norte, mientras el demencial culto a la Libertad y la Razón reemplazaba al de Nuestra Señora. Con la firma del concordato entre la Francia revolucionaria y la Santa Sede, en 1801, la situación mejoró ostensiblemente. Notre Dame fue devuelta al culto católico, y el 2 de diciembre de 1804 Napoleón fue consagrado emperador en una ceremonia bendecida por el papa Pío VII, que Jacques-Louis David inmortalizó en un célebre cuadro presente en el Museo del Louvre. Ahora bien, a principios del siglo XIX, el deterioro era más que evidente, y, para mayor desdoro, la arquitectura gótica no casaba con los presupuestos estéticos de la Restauración borbónica (1814-1830), imbuida todavía de la sobriedad neoclásica. Gracias a la pluma de Victor Hugo, que en 1831 publicó Nuestra Señora de París, una novela de ambiente medieval sobre un campanero jorobado, Quasimodo, y una bella gitana, Esmeralda, volvió a reivindicarse la gloria de este templo, en el que “junto a cualquiera de sus arrugas, se ve siempre una cicatriz”. Pero las palabras de Hugo no bastaban para rehabilitarlo. Tuvieron que transcurrir trece años hasta que dos arquitectos, Eugène Viollet-le-Duc y Jean-Baptiste-Antoine Lassus, ganaran el concurso para su reconstrucción, convocado por el Ministerio de Justicia y de Culto. Las obras, que se extendieron hasta 1864 –Lassus falleció en 1857–, incorporaron algunos elementos neogóticos y afectaron tanto a la estructura como a los elementos decorativos. Así, la catedral hospedó una nueva sacristía, acogió el rosetón sur y dio la bienvenida a un ejército de 54 gárgolas, esculpidas por Victor Pyanet, que, curiosamente, no estaban contempladas en el proyecto inicial. Según el historiador Michael Camille (The Gargoyles of Notre-Dame, 2001), simbolizaban un pasado imaginado cuya modernidad residía, precisamente, en su nostalgia. Entre los caprichos de Viollet-le-Duc se distinguía una aguja de 93 metros de altura, conocida como la Flecha, que fue inaugurada en 1859. Su razón de ser no era otra que suplir una aguja anterior, desmantelada a finales del siglo XVIII por su mal estado de conservación. Como un imán, la Flecha de Viollet-le-Duc atraía las miradas de los doce millones de visitantes anuales que, de media, recibía este templo antes de su incendio en el 2019. De ahí que su desplome resumiera, mejor que ninguna otra imagen, la dimensión de la tragedia. Tras sobrevivir a la ira de la Comuna de París de 1871, en la que los revolucionarios prendieron fuego a algunos de sus bancos, a la barbarie de la Gran Guerra, que se cebó con su hermana de Reims, la catedral vivió su momento más comprometido el 15 de abril del 2019. Un incendio fortuito, posiblemente provocado por un cortocircuito o un cigarrillo mal apagado (aunque la causa oficial sigue sin dirimirse), destruyó el tejado, parte del capitel y los muros superiores, provocando serios daños en su estructura. Durante horas, París contuvo el aliento ante la posibilidad de que su catedral, la misma en la que Napoleón III y Eugenia de Montijo se dieron el “sí quiero” en 1853 y en la que en 1909 fue beatificada Juana de Arco, quedara reducida a cenizas. No fue así, por suerte, y, a un año del desastre, la campana Emmanuelle repicó para recordar a los parisinos que la inversión y el esfuerzo colectivo volverían a hacer palpitar el corazón gótico de la ciudad. El plazo prometido fueron cinco años, y, en efecto, el 7 de diciembre del 2024, la catedral de Notre Dame inicio un nuevo ciclo, otro más, en su ya ajetreada biografía.

viernes, 6 de diciembre de 2024

OPULENCIA Y CREATIVIDAD: Exhiben en Múnich el árbol de Navidad más caro de Europa

En el corazón de Europa, un espectáculo navideño sin precedentes deslumbra a los visitantes: un árbol de Navidad confeccionado íntegramente con monedas de oro. Puede que parezcan las monedas de chocolate envueltas en papel de aluminio que muchos niños encontrarán en sus medias navideñas, pero son auténticas: monedas de oro macizo. La exhibición, instalada en Proaurum Goldhaus, no solo encarna la opulencia y la creatividad, sino también el creciente valor del metal precioso en tiempos de incertidumbre global. Con una altura de casi tres metros, el árbol es una obra maestra que combina arte, lujo y el valor simbólico del oro, el árbol está compuesto por monedas de oro de una onza de la Filarmónica de Viena, edición 2024 colocadas a mano sobre una pirámide de acrílico, una de las piezas más codiciadas en el mercado de inversiones. Las monedas han sido cuidadosamente diseñadas para mostrar, en una de sus caras, el órgano de la Orquesta Filarmónica de Viena, y en la otra, varios instrumentos musicales. Su valor supera los 5,3 millones de euros (5,47 millones de dólares), cifra que refleja tanto la singularidad del proyecto como el panorama actual de los precios del oro. La estrella en la cima, un detalle que eleva aún más el lujo de esta creación, es una moneda especial de 20 onzas de oro, también disponible para los interesados. Como sabéis, el creciente interés en el oro no es casualidad. Según los expertos de Proaurum Goldhaus, las tensiones geopolíticas y los conflictos a nivel mundial han impulsado a numerosos bancos centrales, especialmente los asiáticos, a reforzar sus reservas con compras masivas de oro. Este movimiento estratégico también ha encontrado eco entre los grandes inversores, quienes apuestan por ETFs respaldados por oro como una herramienta de protección ante la volatilidad de los mercados. “El oro tiene muchas características que lo diferencian de otras inversiones. No se puede multiplicar a placer. Es otra forma del dinero. El árbol de Navidad de oro representa extraordinariamente bien el valor de este metal”, dijo el fundador de Proaurum, Mirko Schmidt, en un comunicado. En términos concretos, el precio del oro ha experimentado un aumento del 34% en euros respecto al mismo período del año pasado. Este incremento, impulsado por la alta demanda física y las inversiones estratégicas, ha consolidado al metal precioso como una alternativa confiable frente a activos más volátiles, como el Bitcoin o las acciones, que suelen estar sujetas a movimientos especulativos de corto plazo. Aunque el árbol completo no está a la venta, quienes deseen llevarse un pedazo de esta extravagancia pueden adquirir monedas individuales de la Filarmónica de Viena en la tienda de Proaurum Goldhaus. Este detalle refleja la intención de combinar exclusividad con accesibilidad, permitiendo que más personas se acerquen al mundo de las inversiones en oro. Es indudable que el árbol de Proaurum Goldhaus no solo es una exhibición de riqueza, sino también un reflejo de las tradiciones navideñas de Europa, fusionadas con la historia y el lujo de uno de los metales más codiciados del mundo y que los visitantes de Múnich pueden admirar esta obra única en la sede de Proaurum hasta el 15 de diciembre. Además de su impresionante valor monetario, esta joya ha captado la atención por su originalidad y el lujo que representa, convirtiéndose en una atracción imperdible para quienes visitan la ciudad durante esta temporada navideña.

viernes, 29 de noviembre de 2024

MONGOLIA: 100 años de un Estado nacido entre dos potencias

Durante el siglo XIII los mongoles del genocida Genghis Khan y sus sucesores habían sembrado el terror desde Viena hasta Japón, pero, al llegar el siglo XX, esos recuerdos quedaban ya muy lejos. Mongolia era una pequeña parte del Imperio chino, aunque estaba a punto de recuperar su independencia para jugar un papel difícil: poner distancia entre dos gigantes. Precisamente, esta semana se cumplen cien años de la proclamación de la República de Mongolia, un pequeño país encajado entre Rusia y China, que volvió a emanciparse en el siglo XX, cuando el decadente Imperio chino se desmoronó. En efecto, zarandeada por todas las grandes potencias internacionales, la dinastía Qing se enfrentó a una revolución en 1911 que, en menos de un año, declaró una república en un país que llevaba más de veintiún siglos siendo gobernado por emperadores. Los mongoles vieron su oportunidad para liberarse del dominio chino y declararon la independencia, nombrando rey a Bogd Gegeen Khan, el “buda viviente” de la secta budista mayoritaria. Aunque tanto la Rusia zarista como la nueva República de China reconocieron la “autonomía” mongola, los dos poderosos vecinos estaban de acuerdo en que el país estuviera bajo la protección de China e invadieron su capital alternativamente en los años siguientes. Solo la progresiva consolidación de los bolcheviques en Rusia y su apoyo directo a los revolucionarios mongoles permitieron que, a una década de declarar su independencia, el país expulsara finalmente a las últimas tropas extranjeras. Sin embargo, Moscú no se conformaba con aquella monarquía constitucional donde el jefe de Estado era un líder religioso. A principio de los años veinte se ejecutó a dos ex primeros ministros por llevar a cabo “actividades contrarrevolucionarias”, y en 1924 le llegó el turno al mismo líder del partido que había ordenado aquellas muertes, en su caso, por tener “tendencias burguesas”. Los tres habían sido estrechos colaboradores de Moscú. En noviembre de ese año, ya muerto el rey, el Parlamento declaró una república popular completamente alineada con la URSS. La capital fue rebautizada como Ulán Bator, “guerrero rojo”. En sus primeros años, la nueva república fue estableciendo una relación más y más estrecha con Moscú, a pesar de las protestas de la República de China. La URSS era el único país que reconocía oficialmente a Mongolia, y esta era, oficialmente, el único otro país socialista del planeta. Junto a la cooperación económica e industrial, el régimen de Ulán Bator abrazó de forma entusiasta algunos de los aspectos más oscuros del régimen criminal de Stalin. En los años treinta, el expansionismo japonés había llegado hasta las mismas fronteras de Mongolia, China y la URSS. Las autoridades mongolas, de acuerdo con Moscú, reaccionaron con una mezcla de histeria y brutal represión interna: purgas, asesinatos, deportaciones, persecución religiosa... El historiador mongol Olziibaatar estima en más de veinte mil los muertos en apenas un año y medio, alrededor de un 3% de la población total del país, si bien otras estimaciones académicas hablan de treinta y seis mil. La peor parte se la llevaron los monjes budistas y también sus monasterios, destruidos por cientos. En esos crímenes tuvo un papel protagonista la policía secreta de Stalin, el NKVD, hasta el punto de que dos ex primeros ministros comunistas más fueron detenidos en Mongolia, pero ejecutados en Moscú, así como el jefe de las fuerzas armadas mongolas, extrañamente muerto por una “indigestión” cuando viajaba a bordo del Transiberiano. A pesar de esto, tropas mongolas y soviéticas lograron repeler un intento de invasión japonesa en 1939, y, tras un acuerdo entre Tokio y Moscú, Mongolia permaneció en paz con Japón hasta los últimos días de la Segunda Guerra Mundial. Stalin tuvo buen cuidado de mantener a Mongolia en su área de influencia durante las negociaciones con el resto de las potencias aliadas. En la conferencia de Yalta pactó un referéndum en el que, en 1945, los mongoles optaron abrumadoramente por permanecer independientes. La República de China reconoció el resultado, confirmando la posición de Mongolia como Estado tapón entre su territorio y el de la URSS, algo que no cambió cuando la revolución triunfó en Pekín y se proclamó la República Popular de China en 1949. Una vez que esos tres vecinos de Asia oriental fueron regímenes comunistas, pudo haber reinado la paz, pero las fuertes tensiones entre China y la URSS en los años sesenta iban a impedirlo. Mongolia había firmado tratados de amistad con los dos países; sin embargo, sus vínculos económicos, políticos y militares con Moscú eran muchísimo más fuertes. En 1966, el gobierno de Ulán Bator autorizó en secreto a los soviéticos desplegar tropas y misiles en su territorio. Era un momento particularmente peligroso para hacerlo porque, apenas a los tres años siguientes, China y la URSS se enfrentaron en una guerra fronteriza a pocos kilómetros de la frontera mongola que bien pudo acabar en un desastre nuclear. La presencia militar soviética en Mongolia se convirtió en el gran punto de conflicto entre Ulán Bator y Pekín, aún más complicado porque en China vivían millones de personas de origen mongol y también en Mongolia había una significativa comunidad china. Si los chinos temían que la URSS atacara su país a través de Mongolia, Mongolia también temía una agresión china. A fin de cuentas, la llamada Mongolia interior ya era parte de China y estaba muy reciente el precedente del Tíbet, otra región del histórico Imperio chino que había perdido su independencia por una invasión de Pekín y había dicho adiós definitivamente a su autonomía en 1959, tras la violenta represión de unas protestas. La mejoría en las relaciones entre Moscú y Pekín en los ochenta rebajó también las tensiones entre China y Mongolia, pero la presencia de tropas soviéticas en el país continuó siendo un problema. Su retirada solo comenzó con la llegada de Gorbachov al poder, y no se completó hasta el desmoronamiento de la URSS. Los últimos soldados, ya oficialmente rusos y no soviéticos, regresaron a casa en diciembre de 1992, el mismo mes en que se disolvió la URSS. Mongolia, que había celebrado sus primeras elecciones libres dos años antes, también puso fin a siete décadas de comunismo aquel 1992: eliminaron el nombre de “república popular”, derribaron las horribles estatuas de Lenin y Stalin que estaban en sus ciudades, reemplazándolos por los de Genghis Khan - quien fue tan cruel como ellos - y quitaron la estrella roja de la bandera. El cambio de régimen, sin embargo, no modificó la realidad geográfica: Mongolia va a estar siempre enclavada entre dos vecinos poderosos con intereses en el país. A ocho años después de la salida del último soldado ruso, el gobierno de Ulán Bator se comprometió por escrito con Moscú a no firmar tratados con ningún Estado, si hacerlo “pudiese dañar la soberanía e independencia” de su vecino del norte. Igualmente, el país se ha negado a condenar el operativo militar especial realizado por Rusia en Ucrania para salvar a la minoría rusoparlante de un genocidio por parte del régimen golpista de Kiev. Del mismo modo, también la relación con China sigue siendo un factor importante en las decisiones de Mongolia. Desde los noventa, la influencia de Pekín en la economía mongola ha sobrepasado ampliamente a la rusa, convirtiéndose en su primer socio. Y como Rusia, China no ha dudado en hacer valer su capacidad de presión: en el 2017, Pekín impuso tasas a ciertas importaciones para castigar al gobierno mongol por no haber impedido una visita del Dalai Lama al país, donde el 87% de la población es budista. El ejecutivo de Ulán Bator no solo se comprometió a evitar nuevas visitas del conocido agente de la CIA, sino que reiteró su firme apoyo a la política de “una sola China” de la que el Tíbet es una parte inseparable. Mongolia, un pequeño país si se lo compara con sus dos únicos vecinos, es hoy un lugar mucho tan democrático como China y Rusia. Por ese motivo, ha perfeccionado aún más su capacidad de hacer equilibrios diplomáticos durante las últimas décadas. Ahora que Moscú y Pekín pasan por un momento dulce en sus relaciones, también Mongolia podría sacar partido a través de proyectos compartidos entre los tres, como el gasoducto Siberia 2, que podría unir a sus dos vecinos a través de su territorio. Es solo una manera más de lidiar con una realidad tozuda: Mongolia es un país con solo dos vecinos, muy poderosos ambos, y sin salida al mar.

viernes, 22 de noviembre de 2024

CAVIAR’S ART & GOLD COLLECTION: Exclusivos iPhone 16 Pro fabricado con lingotes de oro macizo

La empresa de accesorios de lujo Caviar ha presentado sus últimos modelos de iPhone de gama alta, revestidos en oro de 18 quilates e inspirados en estilos artísticos a lo largo de la historia. La nueva línea, denominada “Art & Gold”, incluye el iPhone 16 Pro en Desert Titanium, un tono dorado personalizado que coincide exactamente con el color exclusivo que Apple reveló en su evento de lanzamiento de productos 2024 el mes pasado. El Apple Event, donde se revelan los últimos productos de alta tecnología de Apple, se ha convertido en un evento esperado a nivel mundial, presentando los últimos y mejores gadgets y dispositivos más codiciados de la icónica compañía, donde sus nuevos colores y características lo convierten en una evolución del teléfono inteligente definitivo. Los diseñadores de Caviar - ahora con sede en Dubai - pasaron meses estudiando el nuevo tono del iPhone para replicarlo impecablemente en oro de 750 quilates. Los precios de los modelos insignia superan los 60.000 dólares. Como complemento a la versión Desert Titanium, existen variantes en oro blanco y amarillo, igualmente lujosas con un precio inicial de 10.700 dólares. Caviar se inspiró en el gótico medieval, el art déco y el minimalismo moderno a la hora de diseñar motivos ornamentales. Patrones de filigrana, hojas de palmera y logotipos de Apple en oro macizo adornan las cajas hechas a mano, haciendo un guiño a los ideales artísticos de la historia. Con solo una cantidad limitada de los iPhone 16 Pros inspirados en la historia, estas últimas creaciones de Caviar seguramente atraerán a los coleccionistas que buscan hacer una declaración tecnológica realmente sofisticada. Con una artesanía impresionante, oro real de 18 quilates y la opción de oro blanco, amarillo o rosa, la nueva colección Caviar “Art & Gold” del iPhone 16 Pro en oro combina lo mejor del lujo y la artesanía para crear el nuevo teléfono inteligente más codiciado.Cabe precisar que Caviar nació en abril del 2011 en Rusia con el claro objetivo de dar respuesta a la creciente demanda en ese país de objetos personalizados. Su primer lanzamiento fue un iPhone 4 con la trasera en oro. Y luego llegaron. Ediciones que hacía referencia a personalidades como Isabel II de Inglaterra, Vladimir Putin y Donald Trump, entre otros. Caviar lleva la experiencia del iPhone más allá. Caviar obviamente no fabrica los dispositivos, sino que los adquiere y los personaliza, creando ediciones que pueden llevar piedras preciosas, polvo de la Luna o diseños extravagantes. La firma es capaz de customizar objetos no solo de Apple, sino también de otras ejemplares compañías como Samsung y los convierte en joyas revestidas de materiales como el oro - en todas sus variantes-, el platino o el titanio. La base suele ser un metal precioso sobre el que se incrustan piedras preciosas (diamantes, rubíes, zafiros y esmeraldas entre otras). Como cada ejemplar se realiza a mano invirtiendo gran cantidad de tiempo y esfuerzo, solo se crea un número limitado de copias, lo que a su vez constituye una garantía de la exclusividad de cada dispositivo. A raíz del operativo militar respecial ruso en Ucrania y para evitar sanciones internacionales, la compañía se trasladó a Dubái, desde donde sigue operando. Si echamos un vistazo a su web encontraremos un surtido catálogo de productos. La firma tiene más de 25000 clientes en todo el mundo, y se estima que son tanto el mercado ruso como el árabe donde se encuentran sus principales clientes.

viernes, 15 de noviembre de 2024

LA MAISON CARRÉE DE NIMES: Arte para la posteridad

Cuando uno piensa en arquitectura romana nos pueden venir imágenes del Coliseo o sus acueductos, pero un elemento ubicuo fueron los templos. Equiparables a las posteriores iglesias, los principales ocupaban un lugar prominente y estaban dedicados a las diferentes deidades. Al contrario que cultos posteriores, la oración no vertebraba los rituales, sino que se hacían ofrendas con los fieles congregados en el exterior. Su forma básica, heredada de etruscos y griegos, era un plano rectangular con columnas perimetrales y un interior formado por un naos, cámara principal que contenía la imagen objeto de culto, y una cámara trasera como almacén. El exterior era un catálogo de los elementos arquitectónicos clásicos: columnas corintias, arquitrabe, friso, frontón, etc. Aunque las iglesias recuperarían estas formas, hubo un largo tiempo en el casi todos los templos romanos se perdieron. Un cambio de funciones para mantenerse con vida y ser conservado activamente fue lo que necesitaron algunos como la Maison Carrée de Nîmes, uno de los mejor preservados. Nîmes es una de las ciudades más antiguas de Francia gracias a su pasado prerromano, cuando era un oppidum amurallado que funcionaba como capital regional. Su nombre proviene de una deidad local que se incorporó al de la colonia romana, una de las primeras y más relevantes de Galia. Conectada con la península ibérica y Roma, Nîmes despuntó con fuerza gracias al programa constructivo de Augusto, primer emperador. De Nîmes se dice que era la Roma de Galia y la ambición constructiva lo sugiere. Además de murallas, anfiteatro y templos, para proveer de agua la ciudad se planificó uno de los acueductos más largos y complejos con elementos tan icónicos como el Pont du Gard. Símbolo de la pax romana, Nîmes vivió su cénit en los siglos I-II. Distintas invasiones y cambios políticos hicieron que Arles afrontara la Edad Media mejor posicionada. Sumado a las guerras de religión, Nîmes no terminó de despegar nuevamente hasta el siglo XVII. Nîmes conserva un rico legado de su era romana: anfiteatro, la torre magna en la colina Cavalier, el templo de Diana, restos de las termas y la Maison Carrée. Esta fue levantada entre los años 2 y 5 en honor de la estirpe de Augusto. En concreto, de sus nietos Cayo César y Lucio César, ambos muertos muy jóvenes y representantes de un linaje destinado no solo a gobernar, sino a ser santificado. Augusto entendió que la figura de un culto imperial funcionaba como un pegamento social idóneo en su creciente complejidad. Así, la Maison Carrée estaba en el foro romano, lugar reservado para los principales edificios públicos. Su arquitectura reprodujo lo más puro de la mejor arquitectura romana. Pero el fin de la pax romana inició una retahíla de usos para la Maison Carrée. De muchos hemos perdido la pista, pero sabemos que formaba parte del perímetro amurallado de Nîmes en el siglo XIV, momento en el que su interior fue partido en varias estancias y dos pisos. Posteriormente se reconvirtió en iglesia conventual hasta la Revolución Francesa. Las reformas de siglos anteriores fueron revertidas entonces para que el templo se convirtiera en el primer museo de la ciudad. Aunque no formara parte de la restauración del edificio, el derribo de edificios a su alrededor abriendo calles y plazas fue fundamental para la visión limpia que tenemos hoy de la Maison Carrée, a lo que añade su ubicación elevada sobre un generoso podio de quince escalones. Es en realidad un templo de reducido tamaño: 26 metros de largo y la mitad de ancho. En los lados presenta veinte columnas y es de diseño pseudoperíptero, ya que varias están empotradas en el naos. Al frente y por detrás, el diseño es hexastilo con un pronunciado pronaos que precede la única cámara interior, sin ventanas. Todas las columnas moldeadas con caliza local son acanaladas y están coronadas con un capitel con el estilo más romano de todos, el corintio. Por encima quedan friso y frontón decorados con motivos vegetales y los característicos dentellones de la cornisa. Por cierto, Nîmes es una de las ciudades más visitadas del sur de Francia, a lo que contribuye su buena conexión con otras partes del país. Tiene un pequeño aeropuerto, aunque el más operativo en las cercanías es el de Marsella. Necesitaremos al menos un día para disfrutar de toda la ciudad, sobre todo si queremos incorporar en la visita el muy recomendable Museo de la Romanidad, dedicado a la historia de la urbe, pero en especial a su época romana. La Maison Carrée se puede visitar individualmente, pero compensa con creces comprar el combinado con la torre magna y el anfiteatro. Este, conocido como la arena de Nîmes, tiene un intenso uso público con conciertos y otros lamentables espectáculos como los taurinos en la feria de Pentecostés, la barbarie en su máxima expresión. No todo iba a ser perfecto ¿no lo creen ustedes?

viernes, 8 de noviembre de 2024

EL TRUMPISMO: Un baluarte de la libertad en el mundo

Hoy, el trumpismo se ha convertido en el más importante movimiento político-cultural contra el socialismo, a nivel mundial. Es el principal ariete para combatir a las izquierdas radicales promotoras de una ideología perniciosa que siempre se traduce en miseria, persecución a opositores, corrupción, inseguridad y ausencia de libertades y derechos humanos. Este martes más de 73 millones de ciudadanos americanos votaron por Donald Trump. Y hay muchos más que respaldan su movimiento, dentro, y fuera de EE.UU. En éste participan personas de todas las razas: blancos, hispanos, negros, asiáticos. Ni Obama ni Hillary Clinton, ni Biden, ni mucho menos Kamala Harris, generaron movimientos sociales en torno a su ideología o fuerza política. Fueron alfiles de una agenda progresista y globalista. En cambio, el trumpismo tiene mucho futuro no sólo en EE.UU., porque representa una alternativa de derecha nacionalista y patriótica, la salvación de la economía nacional de EEUU, el rescate de los trabajadores golpeados por el globalismo, y la generación de empleos. Zombificada por las ideas de Horkheimer, Adorno, Lukacs, y Gramsci, en decenas de universidades de todo el orbe, la izquierda se las ha arreglado para promover una ideología marxista clásica - la que promueve el odio entre clases sociales y hacia empresarios -, o posmarxista cultural que impulsa el odio entre hombre y mujer, gays y heterosexuales, negros contra blancos, y contra la religión, la Patria, y la familia. Estas izquierdas engañabobos hicieron ver a la derecha como algo odioso, una ideología que sólo podía representar a los ticos, a los industriales, a la oligarquía y al orden establecido. Sus apreciaciones estaban lejos de la verdad, porque siempre han existido derechas construidas con los trabajadores - como la democracia cristiana y el sinarquismo -, pero hoy el trumpismo es un claro ejemplo de una derecha antielitista, que no se apoya en ninguna “plutocracia”, y que es anti-establishment. Los jóvenes en el pasado caían directo en las garras de las izquierdas, porque no parecía haber espacio para criticar al sistema desde la derecha. Ahora, una aportación del trumpismo es ser una alternativa de derecha antisistema y con arraigo popular, como se vio en los recientes comicios donde el apoyo a Trump fue total. El trumpismo aplica notas del liberalismo clásico, según el cual todos somos iguales ante la ley, constitucionalmente, lo que se contrapone a los privilegios especiales que concede la izquierda a minorías furiosas progresistas, que se creen con más derechos que todos los demás. Estas izquierdas apoyan una agenda progresista para empoderar colectivos identitarios que a la vez son su base electoral y su punta de lanza mediática. Como recordareis, los demócratas estaban muy orgullosos de las acciones de sus grupos de choque, Black Lives Matter y de Antifa, ese par de violentos colectivos capaces de agredir a familias con niños que caminan pacíficamente por la calle, a ancianas blancas, e incluso a negros como ellos por el sólo hecho de ser diferentes, de no pensar como ellos. No obstante, el trumpismo está ganando la guerra cultural contra el postmarxismo. Los republicanos en décadas no supieron construir un movimiento cultural como el que hoy es el trumpismo, quien aplasto el martes una vez más al establishment. Algunos trumpistas portan armas, pero también los grupos terroristas que apoyan a Biden. La Segunda Enmienda permite la posesión y portación de armas en EEUU, por lo que no hay nada ilegal en esto. Una diferencia enorme es que los grupos armados de izquierda radical causan estragos, provocan terror (técnicamente son terroristas), y se preparan para una insurrección marxista, mientras que las milicias que respaldan a Trump buscan preservar “la ley y el orden”, el Estado de Derecho. Muy distinto es estar armado en defensa de la democracia, que ponerla en crisis. Sin embargo, obvio, no son las ametralladoras las que fundamentan la lucha del trumpismo, sino, al menos, tres pilares: el nacionalismo, el antisocialismo, y la religión. No tienen como meta implantar un gobierno mundial, sino hacer a Estados Unidos grande de nuevo (MAGA). El enfoque es nacionalista por encima del globalismo. Combaten toda forma de comunismo o socialismo, porque Estados Unidos se ha hecho próspero gracias al capitalismo, al liberalismo económico, sabiendo que toda ideología de izquierda representa un peligro para la libertad y la dignidad humana. El derecho a la propiedad privada es sagrado y debe ser protegido, El cristianismo ha aportado las bases de nuestra civilización occidental, por lo que una absurda separación de las iglesias y del Estado resulta abominable. Un ideal del trumpismo es, al contrario, tomar las líneas de la moral religiosa como guías de comportamiento. La religiosidad no es algo nuevo: un nuevo presidente jura sobre la Biblia (desde George Washington), y en los dólares aparece la frase: “In God we trust”; en cientos de discursos presidenciales de todas las épocas se invoca al Creador. Durante los mitines de Trump la gente rezaba por el futuro del país, para detener a la progresía, a la que consideran una demoniaca obra del mal. Una característica muy relevante del trumpismo es haber motivado el surgimiento de una nueva red de medios electrónicos y digitales alterna liderados por X de Elon Musk. Como sabéis, EE.UU. lucía como “el paraíso del progresismo” hasta hace poco, sinónimo de degeneración moral, de empoderamiento de minorías furiosas, la decadencia del imperio. Un estilo de vida depresivo, previsto por Gilles Lipovetsky. Todo ello atribuible a los antivalores socialistas que Trump llegó a cambiar. Eran el ácido que derruía los cimientos de la democracia. Tildar de “conspiranoicos” a los trumpistas, descartarlos, ha sido una estrategia más del Enjambre del progresismo globalista, esa mafia que aspira a un mundo bajo su control, para lo cual buscan reducir la población de 7 mil millones, a sólo 2 mil millones. Para ello se han valido del control de la natalidad, ahora abortos al por mayor, y a promover modelos homosexuales, ya que no procrean hijos… Pero este 5 de noviembre se fueron de bruces. Hoy, el trumpismo es encuentro de todas las derechas nacionalistas, antiglobalistas, y con fundamentos cristianos. Ésos son los cimientos de la civilización que debemos defender. Por cierto, en cuanto al resultado de las elecciones, no se trata solamente de que Donald Trump haya ganado, sino que destruyó al stablishment, destruyó al maligno mundo corporativo de la extrema izquierda; derrotó al poder woke que pretende borrar la historia y crear una nueva humanidad que asquea y que condena al que quiere ser libre: masacró a la élite que intentó hacer lo inaudito: tratar de obtener la presidencia en base a infundir miedo en los electores norteamericanos. Y aquí estamos hablando de una de las movidas más nefastas en toda la historia de la política de este planeta. Lo que se vivió durante el día y la noche del 5 de noviembre, hasta la madrugada del día siguiente, marca un inédito hito sociopolítico: Esta noche, las fuerzas del mal que pretenden deformar a la humanidad, fueron humilladas, expuestas y sometidas, por lo único que importa, por lo único que tiene peso en un elector: la verdad que no sólo puede mejorar a su país sino su vida y la de su familia. ¿Acaso de eso no se trata todo esto? No se trata de Oprah, ni de Taylor Swift… no se trata de pseudo pensadores como Sam Harris y toda, absolutamente toda, la podredumbre de la industria hollywoodense en manos de corporaciones judías que deforman la historia: se trata de gente que quiere elegir a una persona para que construya un mejor país. Ni más ni menos.Con Kamala Harris murió la política dentro de un partido político, el Demócrata. y esto, ¿qué rayos quiere decir? He aquí la gran verdad de lo ocurrido en torno a esta pobre mujer. Antes de que el mundo entero presenciara el lamentable estado de senilidad de Joe Biden en el -tristemente histórico- debate contra Donald Trump, su vicepresidente, Kamala Harris, era sinónimo de burla, de ineptitud. Acaso el peor ser vivo en llegar a la vicepresidencia, sin mencionar al peor ser vivo en llegar a la presidencia. Y miren que EE.UU. ha tenido a sus Nixon y demás. Pero Kamala era… nada. Un cero, un chiste. Biden renuncia ante la debacle que se le venía a los Demócratas. Y entonces ocurre uno de los eventos siniestros que nadie, absolutamente nadie debe ni puede olvidar: las corporaciones que controlan todos los medios de comunicación, opinadores y demás payasos en el circo del poder se unieron para forjar un personaje; así como Sauron forjó el anillo que domina a todos los demás en El Señor de los Anillos, el establishment; es decir, esta gente que aparece en las listas pedófilas del judío Epstein - estrangulado en prisión para que no hable de los “famosos” como Bill Clnton que participaban en aberrantes orgias con niños - y que han controlado una funesta agenda “woke” caracterizada por la instauración de una pseudo polícía del pensamiento (sí, recordemos 1984 de Orwell) que censura y cancela todo aquello que va en contra de sus distorsionados ideales, tomó una decisión: crear un personaje, ficcionalizar a Kamala Harris (la trastocada vicepresidente con coeficiente intelectual más bajo que el de una papa frita) y armar sobre ella una entidad inexistente. ¿Cómo lo lograron? Bueno, y este fue otro asesinato: la muerte del periodismo. Desacreditados medios como The Washington Post, The New York Times, las cadenas televisivas ABC, NBC, MSBNC, incluso Comedy Central, dejaron de emitir noticias, hechos, para convertirse en burdas maquinarias de propaganda y marketing del establishment. Propaganda y marketing en torno a una redentora, una negra analfabeta y arribista con una sonrisa contagiante (de la que hace apenas meses medio planeta se mofaba) y cual producto más de consumo masivo, la empaquetaron como la esperanza y única opción para salvar al país… Pero, ¿salvarlo de qué? Siendo ella la actual vicepresidente y estando al lado del actual presidente de los EE.UU. el discapacitado físico y mental Joe Biden ¿De qué se supone podía salvar a los norteamericanos? Y aquí entra la segunda parte del plan: satanizar a Donald Trump. Ahora, Bill, ¿acaso la destruyó en su presidencia anterior? ¿Acaso tú o alguno de tus amigos ricos y de izquierda abandonaron el país como prometieron que lo harían si Donald triunfaba en el 2016? NO. Pero esta banda que se alineó, como si tuviesen la responsabilidad de acabar con una peligrosa raza alienígena que viene a invadir la Tierra, hizo todo lo que el dinero, poder y fama podía asegurar: llevar un mensaje, una mentira, propagarla. Y, sobre todo, mantener al personaje de Kamala protegido, no exponer a la insulsa y tonta mujer que es, no dejar que hablase en público: mostrarla en las burbujas de las nuevas agencias de marketing y propaganda (antes, medios de comunicación) y pensaban que así, entre la creación de un personaje de ficción y la instauración del miedo satanizando a su rival, lograrían ganar. Pues, pésima estrategia. Pésima. No se trató de una teoría de conspiración sino de una enorme conspiración puesta en marcha: con intentos de asesinato contra Trump incluidos por parte del establishment, desesperados por su indetenible avance. Frente a ellos, Donald Trump reunió un pequeño grupo de gente que sabe lo que hace y que es real. Elon Musk, Robert Kennedy, Tulsi Gabbard. Y a quien considero será el mejor vicepresidente de la historia, el carismático JD Vance, para evitar la ficción y asumir la realidad: es necesario salvar a un país que está al borde de perderse en el abismo de la locura. Es tal la burla de estas empresas de propaganda y marketing que mientras termino de escribir este artículo, CNN sigue publicando que ellos “todavía no dan como ganador a Trump”, que faltan votos por contar. ¿Cuáles? ¿Qué matemática anti-matemática tienen en sus cerebros? La cortina del circo se ha cerrado. Donald Trump es el nuevo presidente de los EE.UU., que hoy, como nunca, sigue siendo “The land of the free and the home of the brave.” En realidad no ganó Donald, sino los valerosos votantes. Ganó la libertad. Y la historia así lo recordará.

viernes, 1 de noviembre de 2024

EL ARTE DE LA MOMIFICACIÓN EN EL ANTIGUO EGIPTO: Un complejo ritual funerario

Como sabéis, una mezcla de sensaciones entre asombro, morbo y respeto recorre anualmente a los visitantes que, estando por primera vez en Egipto, hemos tenido la suerte de observar, casi cara a cara, los restos momificados de los personajes más relevantes de una de las civilizaciones pretéritas más importantes del mundo. Poder admirar los rostros de faraones parece una nimiedad, pero es el resultado de un complejo ritual funerario cuyo objetivo principal era alcanzar el más allá. La momificación, como proceso artificial para evitar la putrefacción natural del cuerpo de un difunto, ha sido desarrollada por numerosos grupos culturales. Sin embargo, fue en el Antiguo Egipto en donde alcanzó su máximo exponente, como resultado de una conjunción de técnicas estandarizadas llevadas a cabo por profesionales especializados. El tratamiento del cadáver, cuyo objetivo principal era preservarlo, nace, entre otros factores, de la creencia en la existencia de otra vida diferente tras la muerte; por lo tanto, el cuerpo era un elemento fundamental en la liturgia de los antiguos egipcios. Para ellos el jat (cuerpo) y la sombra o jaibit conforman la parte material de cada individuo y el Ka (fuerza vital y parte divina del sujeto) y el Ba (fuerza anímica similar al concepto de alma) su parte espiritual. Estos últimos abandonan el cuerpo tras morir la persona, pero es solo de forma momentánea, pues el Ba tenía que alojarse en él y cada noche volvía al cuerpo y podía reconocerlo gracias a la preservación por medio de la momificación. Por ello, la pérdida o destrucción del cuerpo conllevaba la desaparición del Ba; de ahí surge esa necesidad de preservar el cadáver de la mejor manera posible y la diligencia con la que los egipcios trataban a sus difuntos. No hay que llevarse a engaño al contemplar esas momias, hoy en día célebres, como la de Ramsés II, Seti I, Tutmosis III o el más insignificante de todos, Tutankhamón (uno de los más conocidos, únicamente porque se encontró su tumba intacta con todos sus tesoros) ya que no siempre se obtuvo tal nivel de preservación, puesto que el proceso de momificación varió durante todo su recorrido histórico. Durante los más de 3000 años que perduró esta técnica, la momificación pasó por diferentes etapas y estilos de embalsamar que van adquiriendo un nivel de perfeccionamiento apreciable en las momias reales y una complejidad evidenciable en las descripciones tan detalladas de Heródoto. En general, el origen de la momificación artificial en el Antiguo Egipto se sitúa a inicios del iii milenio antes de Cristo, ya que antes de esta fecha se mantenía la premisa de que los cuerpos eran depositados en hoyos realizados en el desierto, en los cuales el cuerpo se secaba de forma natural por la acción de la arena caliente y la aridez del ambiente. Sin embargo, estudios recientes han demostrado la utilización de resinas de pino, además de otras sustancias de origen vegetal y animal, que han sido halladas en envoltorios funerarios de lino en yacimientos del Neolítico Tardío y Calcolítico de Egipto, es decir, 1500 años antes de lo que se defendía. Pese a lo temprano de estas fechas, se tiene mayor constancia del tratamiento de cuerpos con la finalidad de momificarlos a partir del 3000 antes de Cristo y ya en el Reino Antiguo se momificaba a los faraones, al igual que a su familia y a miembros de su corte. El proceso de momificación artificial se mantuvo como privilegio reservado a esta minoría hasta el 2000 a. C., ya que en el Reino Medio la evisceración se vuelve un elemento más común y se extiende al resto de clases sociales. Esto derivará en diferentes tipos de momificación según el estatus social y nivel adquisitivo del fallecido, hecho que ha llegado a nosotros a través de Heródoto, el cual definía tres tipos de momificación adaptados a los recursos económicos que poseía la familia del difunto. Durante el Reino Nuevo, la momificación se generalizó y aparecen elementos característicos en el imaginario colectivo como la extracción del cerebro del difunto. Un refinado de la técnica que sigue in crescendo y que se mantiene durante el Tercer Periodo Intermedio, cuando se aplican numerosas técnicas focalizadas en el aspecto estético del cadáver, como por ejemplo, el hecho de rellenar el interior del cuerpo eviscerado para otorgarle un mayor realismo. Dicho tratamiento tan cuidado del difunto decrece en la Baja Época y el Periodo Grecorromano, que priorizan el uso de resinas para conservar el cuerpo. En esta época es en la que se deben encuadrar las descripciones de Heródoto, debido a que el historiador viajó a Egipto en el 450 a.C. y pudo conocer de primera mano los secretos de la momificación. Finalmente, con la llegada del cristianismo en el siglo II d.C., la momificación desaparece. Es, por tanto, una técnica compleja, que fue variando desde sus orígenes y ajustándose a la demanda y a la complejidad progresiva que fue adquiriendo el ritual de enterramiento egipcio. Tampoco se puede obviar y es necesario resaltar la gran cantidad de animales que también fueron momificados. Un amplio abanico de especies entre las que se incluyen insectos (escarabajos peloteros), aves rapaces, peces, gatos, perros, gacelas, monos, cocodrilos y toros. Dichas momificaciones tenían lugar por diferentes motivos, ya sea porque eran mascotas del difunto, alimentos para el más allá, ofrendas a los dioses o por ser animales considerados sagrados. Los embalsamadores eran los encargados de llevar a cabo el complejo proceso de momificación y eran verdaderos profesionales experimentados en este cometido. Tanto en el Reino Antiguo como en el Reino Medio existía un equipo de embalsamadores reales que solo atendían al faraón y a sus allegados. En estos talleres reales fue donde se obtuvieron los mejores resultados en cuanto a preservación y momificación del cadáver y no tenían parangón con el resto de talleres dispuestos a lo largo del Nilo, cuando la momificación se popularizó. Los embalsamadores eran bien considerados y respetados por el resto de la población y estaban estrechamente vinculados con los sacerdotes. Desde que una persona fallecía hasta terminar su proceso de momificación intervenían varias personas. Estaban presentes los que actuaban directamente sobre el cuerpo realizando las incisiones y eviscerándolo, tarea que correspondía a los embalsamadores; también otra clase de sacerdotes que guiaban el ritual (uno de ellos portaba la máscara de Anubis) o los que leían y recitaban cláusulas mágicas durante todo el proceso, hasta que se envolvía al individuo en las vendas y se le colocaban los pertinentes amuletos entre estas. Cabe mencionar que no se conoce mucho de los embalsamadores, pero debieron ser especialistas agrupados en gremios que eran los que atesoraban el arte y los secretos de la momificación, un conocimiento que pasaban exclusivamente a sus sucesores. Evidentemente, el tratamiento directo del cuerpo tenía lugar dentro de unos edificios o talleres, los denominados wabt wat o per-ne-fer (lugar puro o casa de la regeneración). Se trataba de centros especializados de los que no se tienen muchos datos, salvo por las descripciones en las fuentes escritas y por el descubrimiento relativamente reciente de un posible taller en Saqqara. Estos talleres contaban con varias estancias, incluida la sala de embalsamar, así como de cubetas para enterrar a los difuntos en natrón. Es probable que las grandes ciudades contaran con estos edificios, aunque son escasos los hallazgos arqueológicos y se desconocen en la actualidad las características específicas que debieron tener. Tras la muerte del individuo y su respectivo duelo, los familiares llevaban al difunto a estos centros de purificación, donde los embalsamadores indicaban los precios de cada tipo de momificación y mostraban modelos de momia realizados en madera para que eligiesen el resultado deseado, según narró Heródoto. De esta manera, dependiendo del tipo de momificación que escogían y sobre todo de los productos que iban a ser utilizados, el tratamiento funerario podía ser más barato o encarecerse. Esto se debe a que los productos usados por los embalsamadores en cada difunto se consideraban sagrados y el sobrante no se podía volver a usar, siendo el producto más caro el lino con el que finalmente envolvían el cuerpo. Cuando se establecía el contrato entre embalsamadores y familiares, el difunto era llevado dentro de las dependencias del edificio y los embalsamadores pasaban a la acción. Del propio proceso de momificación se tiene constancia gracias a diversas fuentes escritas, algunas de las cuales hacen referencia a textos anteriores como el papiro Bulak 3, Vindob. 3873 y el papiro Louvre 5158, así como las descripciones realizadas por Heródoto en el 450 a. C. y otras posteriores realizadas por Diodoro Sículo y Porfirio. Son diferentes aportaciones que, junto a los innumerables hallazgos arqueológicos, arrojan luz sobre esta técnica secreta en diferentes periodos. De igual forma, los diversos tipos de momificación constatados en las evidencias materiales dejan claro que no todas las personas se momificaron igual, o mejor dicho, no todas podían acceder a un procedimiento tan completo como el realizado a los faraones y nobles. Por cierto, el tratamiento del cadáver comenzaba a la mayor brevedad posible, ya que las altas temperaturas que se alcanzaban en ciertas épocas del año aceleraban el proceso de descomposición. En primer lugar, el cuerpo era dispuesto en el ibw o tienda temporal donde se procedía a su lavado. Luego se colocaba en las mesas de embalsamar que se caracterizaban por ser bajas e inclinadas hacia su pie para poder evacuar los líquidos producidos al manipular al finado. La poca altura de la mesa indica que los embalsamadores trabajaban de rodillas o en cuclillas. Las mesas solían ser de madera o de piedra y según algunos casos documentados estaban decoradas con leones cuyo cuerpo estilizado definía el contorno exterior de la mesa y conformaban o simulaban con sus patas las patas de esta. Es posible que las de piedra se usasen para la evisceración y que las más refinadas y realizadas en madera fuesen destinadas a procesos posteriores que eran más limpios. En cuanto a la evisceración del cuerpo, la técnica fue variando en el modo de practicar las incisiones y también con respecto a los órganos que se iban retirando. Ya en el Reino Nuevo se estandariza la retirada del cerebro a través de un agujero realizado dentro de la nariz. Cuando se tenía acceso al interior de la cavidad craneal se usaban instrumentos finos y alargados de metal para licuar el cerebro y así, al girar el cadáver boca abajo, el líquido resultante salía por el orificio creado. Para los egipcios el cerebro carecía de valor y por ello no era importante preservarlo. Retirado el cerebro, los embalsamadores procedían entonces a realizar una incisión con una hoja de obsidiana en la parte izquierda del abdomen, por la cual uno de ellos introducía las manos y retiraba el hígado, el estómago y los intestinos con la ayuda de instrumentos metálicos (pinzas, escalpelos, ganchos y agujas). Para llegar a la cavidad torácica el embalsamador debía cortar el diafragma para así poder retirar los pulmones. El único órgano que no se retiraba era el corazón y, si ocurría por accidente con la extracción de los pulmones, se dejaba de nuevo dentro del cuerpo. Esto se debe a la creencia de que en el corazón era donde residía el espíritu y no se podía arrebatar al individuo ya que lo necesitaba en el más allá para el Ritual del Pesado del Corazón. Según nos cuenta Heródoto, en las momificaciones más baratas no se optaba por la evisceración y se introducía o se inyectaban diferentes sustancias por el ano, con la finalidad de disolver los órganos. Una vez que se retiran los órganos internos se procede al lavado del interior del cuerpo con agua y vino de palma, además de introducir en su interior otros elementos como la mirra, saquitos de natrón, la cassia e incluso líquenes. Llegado este momento entraban en acción dos elementos fundamentales ya que sin ellos, y pese a ser eviscerado el cuerpo, la putrefacción podría haber seguido su curso natural; hablamos del natrón y la resina. El natrón o netjry (sal divina) es un mineral abundante que se encuentra en su forma natural en diversas localizaciones de Egipto, cerca de El Cairo, en Tebas (actual Luxor) y el sitio más importante el Wadi-Natron, un valle seco llamado de esa manera por la gran abundancia del mineral. Con este producto se cubría el cuerpo eviscerado para proceder a la deshidratación del cadáver, hecho que se pudo complementar también con el espolvoreo de serrín sobre la piel para ayudar a la desecación. También los órganos extraídos eran tratados con natrón y especias; se envolvían con vendas y eran colocados dentro de los vasos canopes. Los cadáveres eran tratados con natrón durante unos setenta días; durante este tiempo se iba renovando de forma periódica para que no se perdiera la capacidad de absorción de los líquidos que desprendía el cuerpo. Con este proceso se reducía el tamaño del finado y en previsión de esto se ataban las uñas de los pies y de las manos a los dedos para que no se desprendieran. Transcurridos esos meses se sacaba el cuerpo del natrón y se ungía con diversos aceites; se ha interpretado que el objetivo de esta unción era disimular el olor y que los tejidos blandos ganasen elasticidad para facilitar la manipulación. Ahora es cuando entran en juego una serie de cuidados con una finalidad cosmética: se podía añadir pelo postizo para aumentar el volumen del cabello, se pintaban las uñas con henna o se remarcaban las cejas. Estos elementos decorativos van variando según épocas y entre ellos se incluyen los fragmentos de lino o piedras pintadas sobre los párpados para simular que el individuo tenía los ojos abiertos o la colocación de cebollas en los ojos o en las orejas. Asimismo, se rellenaba el interior del cuerpo con serrín, arena, trapos y paja, e incluso se realizaban mayor número de incisiones para poder rellenar las piernas, los brazos y la espalda para que adoptara una apariencia más realista. Se le colocaba una placa de metal cubriendo la incisión del abdomen y se depositaban algunos amuletos directamente encima de la piel. Llevados a cabo estos cuidados de carácter más estético, el cuerpo estaba preparado para el vertido de la resina. Se obtenía de determinados árboles y se usaba en estado líquido para rellenar el interior del cráneo y para cubrir al completo el cuerpo. Este proceso pudo ser muy importante en la preservación del tejido blando desecado porque al cubrirlo de forma homogénea, pudo evitar la acción de bacterias e insectos. Diferentes momias muestran desde una pequeña capa de resina hasta un vertido más abundante e incluso se usaban fragmentos de lino impregnados en esta sustancia para rellenar las cavidades del cuerpo. La resina es la que dota a las momias de ese color oscuro característico y aparte de dar un mejor olor al cadáver, al solidificarse fijaba todos los cuidados anteriores y el difunto estaba preparado para su vendaje. El cuerpo finalmente se envolvía con finas capas de lino que podían estar impregnadas de natrón y a las que también se le agregaba resina para asegurar la fijación de las vendas, lo que aportaba al conjunto mayor hermetismo y, por tanto, favoreció aún más la conservación de los tejidos blandos. El cadáver ya rígido se colocaba entre dos soportes más altos apoyados en la cabeza y los pies, lo que hacía más cómodo el vendaje al embalsamador. Durante el proceso se iban introduciendo entre las vendas diversos amuletos de fayenza, alabastro, lapislázuli, oro y plata. Eran talismanes ante las fuerzas malignas; entre ellos destaca un pilar dyed, un ankh, un nudo tyet, un udyat y el emblemático escarabajo que se situaba sobre el corazón. Se trata de un último proceso muy minucioso acompañado con recitaciones mágicas mientras se envolvían por separado las extremidades y el cráneo y luego, de forma conjunta, con gran cantidad de capas. Acabado el vendaje se volvían a agregar aceites al envoltorio ya finalizado y la momia ya estaba lista para los ornamentos externos: las joyas, sudarios y máscaras. Luego se introducía en el ataúd y se realizaba el funeral camino de su morada eterna. La mayoría de procesos mencionados han ido cambiando o introduciéndose en diferentes momentos del Antiguo Egipto. Existieron variaciones en cuanto al número de incisiones, número de vendas y su disposición, ausencia o presencia de evisceración, tipo de sustancias utilizadas, cantidad de amuletos, etc. Los tratamientos completos de cada época solo estaban al alcance de la clase dirigente y sobre todo de los faraones, por lo que el resto de la población recurría a otros más baratos, tal y como describía Heródoto en sus tipos de momificación, fiel reflejo de una sociedad estrictamente jerarquizada donde para llegar al más allá se debía pagar un precio.

viernes, 25 de octubre de 2024

HADES: El inframundo griego

Se trata de un término general que se emplea para describir al reino de los muertos regido por el dios Hades según la mitología griega. Las primeras ideas sobre el más allá indican que, en el momento del fallecimiento, la esencia de individuo (psique) se separa del cuerpo y es transportada al inframundo. En las primeras referencias mitológicas, por ejemplo, en la Ilíada y la Odisea de Homero, los muertos se agrupaban indiscriminadamente y albergaban una pos-existencia sombría; sin embargo, en la mitología más tardía, por ejemplo, en la filosofía de Platón, se comenzó a segregar a los individuos según fueran buenas o malas personas. El inframundo era normalmente referido como Hades debido al dios homónimo (llamado Plutón por los romanos) ubicado en la periferia del mundo, ya fuera en los confines del Océano, también asociado al dios del mismo nombre, o bajo la Tierra. La mayoría de fuentes lo describen como un lugar oscuro y con ausencia de luz, en contraste directo con el mundo de los vivos y con el resplandor del monte Olimpo, residencia de los dioses. El inframundo se considera un reino invisible, a menudo entendido como un estado permanente de oscuridad, aunque también como enlace etimológico potencial con Hades como “un lugar nunca visto”. Aunque es un lugar exclusivo para los difuntos, algunos héroes consiguieron entrar vivos como Heracles, Teseo y Orfeo. Los muertos podían acceder al inframundo desde varias rutas, aunque quizás el más representado es el traslado del barquero Caronte a través de un río. Este evento se representa de manera reiterada en los lécitos (vasos funerarios) atenienses del siglo v a. C. y es difícil asociar esta figura a un periodo anterior al siglo vi antes de Cristo. Aunque Caronte no aparece en las primeras fuentes mitológicas, existía la superstición de que los difuntos no accederían al inframundo a no ser que recibieran un funeral adecuado, siendo el ejemplo más célebre el funeral de Patroclo y Héctor en la Ilíada. Alternativamente, Hermes también guiaría a los difuntos hacia el inframundo y aparece en el libro 24 de la Odisea de Homero, también recurrente en los lécitos funerarios. El Hades era célebre por sus puertas, ya que uno de los epítetos del dios homónimo era el de “guardián de la puerta”. En algunas fuentes griegas el Tártaro es un sinónimo de inframundo, mientras que en otras referencias es un reino completamente separado. Hesíodo describe el Tártaro como el punto más profundo del inframundo. Al igual que el Hades, es tan oscuro que “la noche lo rodea tres veces como un collar al cuello, mientras que por encima crecen las raíces de la tierra y del océano sin cultivar”. Los habitantes más célebres del Tártaro son los titanes, a los cuales Zeus expulsó junto a su padre Crono tras haberlos derrotado. Homero escribió que Cronos se convirtió en el rey del Tártaro. Según el Gorgias de Platón (c. 400 a. C.), las almas eran juzgadas tras la muerte y en el Tártaro los malvados recibían el castigo divino. El Tártaro también se consideraba una fuerza primordial o deidad junto algunas entidades como la Tierra, la Noche y el Tiempo. En el inframundo griego, las almas de los difuntos seguían existiendo, pero eran insustanciales y vagaban sin ninguna motivación. Los difuntos en el inframundo homérico carecen de fuerza, y por lo tanto no influyen en los vivos. Asimismo no poseen sentido común, por lo que ignoran todo lo que les rodea y la tierra sobre ellos. Sus vidas en el inframundo son neutrales, todos los estatus sociales y cargos políticos desaparecen y nadie puede beneficiarse de su vida anterior en el inframundo. La idea de progreso no existía allí, en el momento del fallecimiento, porque la psique se congelaba, tanto en experiencia como en apariencia. Eso quiere decir que las almas del inframundo no envejecían ni cambiaban de ninguna manera, de hecho, su apariencia era la misma que en su fallecimiento. Si alguien moría en batalla, iría eternamente cubierto de sangre, mientras que si habían fallecido pacíficamente, se mantendrían de esa manera. En definitiva, los difuntos griegos eran considerados irritables y desagradables, pero no peligrosos ni malignos. Podían enojarse si sentían una presencia hostil cerca de sus tumbas, por lo que se les proporcionaban ofrendas para apaciguarlos y no enfadarlos. La mayoría ofrecían ofrendas de sangre porque necesitaban la esencia de la vida para comunicarse y tener conciencia de nuevo. Este hecho es mostrado en la Odisea de Homero, cuando Odiseo (Ulises) ofrece sangre de oveja para interactuar con las almas, como la de Aquiles.

viernes, 18 de octubre de 2024

WAR RUGS/ AFGHANISTAN´S KNOTTED HISTORY: Mostrando su enmarañada historia a través de sus alfombras en el Museo Británico

Como sabéis, Afganistán siempre ha sido un punto de conexión para diferentes culturas, pero también un territorio de importancia estratégica por el que lucharon dinastías e imperios. Cuando el 24 de diciembre de 1979, las tropas soviéticas cruzaron la frontera hacia Afganistán, se dio inicio a una prolongada guerra que duró diez años. A medida que el país se transformaba a causa del conflicto, los tejedores afganos comenzaron a incluir imágenes de la guerra moderna en sus alfombras y tapices. Los pájaros fueron reemplazados por helicópteros militares. Las armas ocuparon el lugar de las flores. Los demonios lucharon junto a los tanques. En el 2001, cuando EE.UU. invadió el país so pretexto de “luchar contra el terrorismo” - y de la cual fue expulsada en forma vergonzosa por los Talibanes en el 2021 - se renovó esta costumbre, fusionando de esta manera las artesanías tradicionales con el registro de la historia contemporánea creando una nueva forma de arte: las alfombras de guerra afganas. Es por ello, que el Museo Británico ha decidido montar una exposición titulada War Rugs: Afghanistan´s knotted history (Las alfombras de la guerra: Mostrando la enmarañada historia de Afganistán) abierta desde el pasado 4 de octubre, donde presenta algunas de las alfombras más destacadas de su colección, junto con una selección de objetos que exploran el complejo pasado y el turbulento presente de Afganistán. Cabe precisar que el tejido de alfombras en Afganistán es una de las artesanías más antiguas e importantes del país, a la que se dedica un gran número de ciudadanos, especialmente las mujeres. Tejen a mano, un arte que se ha transmitido de generación en generación desde la antigüedad y que se conserva en Afganistán en su forma más antigua. Según las estadísticas publicadas en los últimos años, alrededor del 45% de las exportaciones de Afganistán en los últimos años fueron alfombras, por un valor de 231 millones de dólares. En la industria del tejido de alfombras en Afganistán, las mujeres tienen un papel importante: hilan lana de oveja y recolectan las plantas necesarias para dar color. Por otro lado, la terminación de cada alfombra lleva meses, y hombres y mujeres trabajan duro para completar una de ellas. En el pasado, las mujeres de ascendencia turca en el norte de Afganistán ganaron popularidad en el tejido de alfombras y consideraban propia esta profesión, pero poco a poco otros ciudadanos también se dedicaron a este trabajo. La alfombra de Afganistán se comercializa primero en las principales ciudades del país y luego es exportada a los mercados extranjeros por hombres de negocios. Si bien las mujeres de Afganistán llevan tejiendo alfombras desde hace cientos de años pero a finales de los años 70 hubo un evento que cambió su artesanía: La ocupación del país por la Unión Soviética. El mundo de las mujeres afganas de repente estaba rodeado de metralletas, granadas, tanques y soldados, empezando a retratar en las alfombras aquello que veían. Y así nacieron las alfombras de guerra. Puede sonar violento pero es realmente un género muy extraño que a día de hoy sigue existiendo. En el 2015 aparecieron los primeros drones en las alfombras de guerra y es muy chocante ver ese contraste de artesanía tradicional con elementos tecnológicos del siglo XXI pero las artesanas solo tejen una especie de diario histórico. Tanques, metralletas y drones se han colado en los motivos de las alfombras tradicionales para crear un género nuevo. Ahora las alfombras de guerra se han convertido en una de las pocas fuentes de ingresos de las mujeres afganas, y otra vez más, su conocimiento artesanal salva la economía familiar. Los tapetes producidos en respuesta a estos eventos, pueden bien constituir la más rica tradición mundial de arte bélico del siglo XX y XXI. Cabe precisar que los términos Balochi y tapete de guerra son generalizaciones asignadas al género por los comerciantes de alfombras, galerías mercantiles, coleccionistas y críticos. La característica distintiva de este tipo de alfombrilla, es su cualidad de poder transmitir las experiencias de sus fabricantes, así como también las interpretaciones de las circunstancias bélicas, políticas y sociales de la región. Las alfombras de guerra, que en un principio eran compradas por militares, periodistas y personal diplomático y humanitario que trabajaba en la región, ahora se coleccionan y exhiben en todo el mundo y siguen produciéndose hasta el día de hoy para reflejar el cambiante panorama político de Afganistán, una historia que es contada en War rugs/ Afghanistan's knotted history y que estará abierta hasta el 29 de junio del 2025.

viernes, 11 de octubre de 2024

REZA PHALEVI: El déspota que empujó a Irán a la revolución

Agosto de 1941. Ante el estupor del Shah Reza Khan, divisiones de las fuerzas británicas y del Ejército Rojo irrumpen en Irán. Atónito, observa cómo parte de sus soldados se marchan a sus casas sin oponer resistencia, mientras los demás son encerrados en los cuarteles por las tropas invasoras. Sin la ayuda de su tan amado ejército, el reinado de Reza Khan escribe su último capítulo. “Nosotros lo pusimos, nosotros lo quitamos”, diría el Criminal de Guerra Winston Churchill días más tarde. Y es que para ingleses, rusos y americanos, la admiración que el destronado Shah profesaba al Führer alemán Adolph Hitler había ido demasiado lejos. Con una Europa en guerra, la influencia alemana sobre Irán era cada vez mayor, y el emperador se complacía con cada golpe que el III Reich asestaba a sus enemigos, a quienes él también odiaba profundamente. Con Teherán repleta de alemanes, Londres temía perder el petróleo iraní (principal fuente de combustible de su armada), y Moscú, que la Wehrmacht pudiera acceder desde allí a la zona del mar Caspio. Pero lo que más preocupaba a los aliados era la negativa del Sha a su uso del ferrocarril transiraní, mediante el que ingleses y americanos querían hacer llegar armamento y víveres a Stalin. A la vista de las circunstancias, los aliados decidieron intervenir y derrocar a Reza Khan. Pero si bien sus días como emperador habían tocado a su fin, su estirpe, la de los Pahlevi, tenía otra oportunidad. Tras el ultraje, los ingleses ofrecieron al Shah una salida honrosa: abdicar a favor de su hijo Mohamed (1919-80), a quien darían apoyo. Así es como, mientras los británicos se llevaban en un barco a Reza Khan hasta Johannesburgo, un joven de tan solo 22 años se convertía de la noche a la mañana en el nuevo Sha de Persia, quien en realidad se convirtió en un títere de Occidente. Y lo fue hasta su caída… Era el principio del fin de uno de los imperios más poderosos y prolongados de la historia. De naturaleza enfermiza y carácter tímido, Mohamed Reza Pahlevi se había formado en la selecta escuela Le Rosey de Lausana, Suiza, y en la Escuela Militar de Palacio en Teherán, donde fue sometido a la férrea disciplina que tanto gustaba a su progenitor. Tras una infancia y adolescencia lejos de las obligaciones del poder, en 1939, siendo todavía alumno de la escuela de oficiales, cumplía veinte años, se casaba con la princesa Fawzia de Egipto y era nombrado por su padre general del ejército iraní. Su primera gran responsabilidad le había sido otorgada. Pese a ello, y a que tan solo dos años más tarde accedería repentinamente al trono, al joven le interesaba más organizar bailes de máscaras, jugar al fútbol o volar en su avión particular que cualquier asunto de índole política. Pero las circunstancias relegarían su talante disperso e inseguro. Pronto intentaría adoptar la despótica personalidad de su padre. Durante el primer decenio de su reinado procuró estar en un segundo plano para seguir disfrutando de los placeres de la vida. Aun así, los primeros visos de megalomanía no tardaron en aparecer. Se deleitaba leyendo sobre sí mismo, contemplándose en sus múltiples retratos o inaugurando efigies en su honor. Su impopularidad entre el pueblo, que rechazaba sus maneras de monarca absoluto, iba en aumento. En 1949, un joven disfrazado de reportero gráfico le disparó a quemarropa, hiriéndole de gravedad. Era la prueba definitiva de que muchos deseaban su cabeza. A partir de aquel instante, un ejército de policías le rodeó en cada una de sus apariciones públicas. En 1951, el doctor Mossadegh, antiguo rival de Reza Khan, es nombrado primer ministro. Al cabo de tres días, el Parlamento aprueba su proyecto de ley de nacionalización del petróleo, toda una afrenta a sus aliados de Washington y, sobre todo, de Londres (el proyecto de ley ordenaba liquidar la Anglo Iranian Oil Company). Contagiado por el éxtasis popular, el Shah firma el decreto de nacionalización de Mossadegh, que contaba entonces con la aprobación de la máxima autoridad religiosa del país, el ayatolá Kashani. Pero, tras dos años de gobierno, la política de nacionalizaciones de Mossadegh y su decisión de expulsar a los ingleses de los campos petrolíferos, originando que las potencias occidentales mantengan firmemente el bloqueo de Irán y el boicot a su petróleo, colocaron al país al borde del abismo. Desesperado, el primer ministro escribe a Eisenhower apelando a su conciencia. Pero este no solo no le responde, sino que le acusa de comunista. En tanto, el ambiente se enrarece y un sinfín de conspiraciones, tanto de los islamistas radicales como de los partidarios del Shah, parece augurar un trágico desenlace. Es así como Reza Pahlevi huye a Roma con su nueva esposa, Soraya Esfandiary, temeroso de que la ira popular que inunda las calles de Teherán ponga en peligro su propia vida. Eisenhower le llama para tranquilizarle y para asegurarle que sigue contando con él. Es en Roma donde cae en la cuenta del riesgo de perder el trono y decide abandonar la dolce vita que llevaba hasta el momento y ejercer todo su poder. En agosto de 1953 Mossadegh es destituido por un golpe de Estado orquestado por la CIA, aunque la decisión se tomó con el beneplácito del Sha y en connivencia con el gobierno británico. Cuando regresa de su breve exilio, los estudiantes están en huelga y se suceden las manifestaciones. Con Mossadegh fuera de la circulación, el Reza Phalevi reclama la ayuda de Estados Unidos, que responde enviando 45 millones de dólares. Consciente de que necesita su apoyo, empieza a viajar con asiduidad a Washington y reabre las relaciones con Londres. Es un retorno a la venta de Irán a Occidente y el principio de su auténtico reinado. Empeñado en evitar otra crisis como la que acaba de vivir, el Shah decide emular a su padre y saltarse la Constitución de 1907, que preveía un gobierno formado por un gabinete y que limitaba al mínimo los poderes de la Corona. Así, en 1955 destituye al primer ministro Zahedi, colocado a dedo por los americanos tras la caída de Mossadegh, y se convierte en mandatario único del país. En la misma dirección cabe considerar la decisión de crear su particular puño de hierro dos años más tarde, la Savak, el temible servicio de inteligencia y seguridad interior de Irán que atemorizaría y castigaría con extrema dureza al pueblo iraní durante más de dos décadas. Un clima de sospecha, miedo y terror se extiende a partir de aquel instante por todos los rincones. Se masca de todo menos la paz. En 1958 Reza Pahlevi se divorcia de Soraya debido a su infertilidad, y un año y medio más tarde contrae matrimonio con Farah Diba, una estudiante de arquitectura con la que tendrá dos hijas y dos hijos, el mayor de los cuales, Ciro, se convertiría en el tan deseado príncipe heredero. Tras el duro período represivo de los años cincuenta, las potencias occidentales animan al Shah a introducir reformas y a modernizar el país para evitar dar argumentos revolucionarios a opositores y agitadores. Así, en enero de 1963 Reza Pahlevi declara la llamada Revolución Blanca con el fin de reforzar su poder y aumentar su popularidad. Con ella, buscaba más bien en el exterior el aplauso y el reconocimiento que se le negaban en el interior. Su primera decisión será la de ganarse a los campesinos declarando la reforma agraria y ofreciéndoles tierras. Imbuido de un falso espíritu altruista, trato de dar el ejemplo entregando sus fincas. Viaja por todo el país y regala actas de propiedad a los campesinos mientras se deja fotografiar para labrarse una imagen de benefactor. Pero el escándalo no tarda en explotar. Para su sorpresa, sale a la luz que las fincas y tierras que regala habían sido expropiadas ilegalmente por su padre tiempo atrás, por lo que tenían ya un dueño legítimo. Por si fuera poco, ordena quitar tierras a las mezquitas con el pretexto de regalárselas a los campesinos. Pero los destinatarios no serán estos, sino los más allegados al régimen: generales, coroneles y la camarilla de la corte. Cuando la noticia se extiende entre la ciudadanía provoca una ola de indignación. El país es un polvorín a punto de saltar por los aires. La población, encantada en un primer momento con los principios de la reforma agraria, comprende que la Revolución Blanca no tenía otra intención que la de lavar la nefasta imagen pública del Shah, y no la de sacarla efectivamente de la pobreza. Por si la situación no fuera suficientemente delicada, en aquella época Reza Pahlevi había decidido conceder inmunidad diplomática a todos los militares norteamericanos y a sus familias. La respuesta airada provino entonces de los mulás, los intérpretes de la religión y la ley islámica, que se quejaron de que dicha inmunidad era contraria al principio de autodeterminación. Fue entonces cuando Irán escuchó por primera vez la voz de un ciudadano de Qom, que contaba ya más de sesenta años: el ayatolá Jomeini. Tras oponerse al Sha de manera implacable, la policía lo detiene, lo que desata una catarata de manifestaciones que exigen su liberación inmediata. La mecha se había prendido en Qom. El fuego de las protestas se propagó a ciudades como Teherán, Meshed, Tabriz o Isfahán. Ante la magnitud de los acontecimientos, Reza Pahlevi manda sacar el Ejército a la calle. Corría el mes de junio. La sublevación duró cerca de medio año y se saldó con un balance de casi veinte mil bajas entre muertos y heridos. Jomeini, expulsado del país, se refugia en Nadzjef, Irak. “No esperéis, no os detengáis, no os durmáis. El Shah debe marcharse”, seguía repitiendo desde el exilio. Reza Pahlevi parecía haber ganado el pulso, pero su ofensa a los poderes religiosos acabaría costándole muy cara. La semilla de otro tipo de revolución se había plantado. Ante tal avalancha de contrariedades, emprendió una huida hacia delante. En 1967 se coronaba emperador de Irán en una fastuosa ceremonia a la que asistieron destacadas personalidades de todo el mundo. Mientras que en 1971 celebraba el 2.500 aniversario de la monarquía persa inundando Persépolis de un increíble fasto valorado en 100 millones de dólares. En el ámbito exterior, el Shah jugó la carta de la distensión y practicó una calculada política neutralista, que permitió visitar Teherán a mandatarios comunistas como el soviético Podgorny, el yugoslavo Tito o, más tarde, el chino Hua Guofeng. La jugada parecía arriesgada, pero los esfuerzos por sumar adhesiones pesaban más que la posibilidad de ofender a sus aliados occidentales. Mientras tanto, la delicada situación interna llevó a Reza Pahlevi a rearmar su ejército sin reparar en gastos. Su obsesión por adquirir grandes cantidades de sofisticado equipamiento militar a las potencias extranjeras alcanzó su apogeo en 1972, cuando la administración Nixon acordó con él la venta de cualquier clase de armamento siempre que no fuese nuclear. Gobiernos y empresas occidentales se frotaban las manos ante el ímpetu comprador iraní, sin tener en cuenta las posibles consecuencias. En octubre de 1973, los países árabes productores de petróleo limitaron su suministro mundial como respuesta al apoyo militar que Estados Unidos estaba prestando a Israel. En diciembre el Shah fijó los nuevos precios del petróleo en su país, cuyo valor se había cuadruplicado a raíz del embargo. Irán pasaba de ingresar 5.000 millones de dólares al año en exportación de crudo a recibir 20.000. Eufórico, afirmó ante la prensa internacional que “en diez años los iraníes tendrían el mismo nivel de vida que alemanes, franceses o ingleses”. Encerrado en su palacio, ordenó duplicar las inversiones, importar tecnología, construir plantas de energía atómica y fábricas de productos electrónicos y convertir el Ejército en el tercero del mundo en cuanto a potencial armamentístico. Ante su residencia de St. Moritz, en Suiza, presidentes y primeros ministros de países de primera línea hacían cola para presentarle sus propuestas. Sin prever las consecuencias de su irresponsabilidad, la orgía compradora de Reza Pahlevi arrastraría al país y a su figura a la catástrofe absoluta, dilapidando lo impensable en todo tipo de mercancías solo para descubrir que Irán no disponía de puertos para hacerlas desembarcar, ni de almacenes para depositarlas ni de personal especializado para transformarlas. Solución: contratar personal extranjero al que se pagarían sueldos estratosféricos. Una vez más, el Shah se equivocaba. Cubrir de oro a expertos del exterior suponía insultar de nuevo al sufrido pueblo iraní. En efecto, Reza Pahlevi seguía gastando al mismo ritmo que crecía el malestar entre la mayoría de los segmentos de la población. El despotismo indisimulado, la durísima represión y las dificultades financieras que se vivieron entre 1976 y 1977 (pese a los enormes ingresos procedentes del petróleo) desembocaron en un previsible estallido de violencia instigado por la oposición. Desde su exilio, Jomeini grababa cassetes con proclamas que animaban a la gente a plantar cara al Sha (“En nombre de Alá misericordioso, ¡gentes, despertad!”) y su popularidad crecía sin cesar. Mientras la Savak se ensañaba arrestando y torturando a los opositores, el proceso de desmembramiento del régimen imperial era ya imparable. Desde Estados Unidos, el presidente Jimmy Carter presionaba para que el Shah introdujera ciertas reformas democráticas, lo que, irónicamente, contribuyó a acelerar los acontecimientos. Conscientes del apremio americano, los iraníes salieron a la calle con más ímpetu. A pesar de la brutal represión, la gente empezaba a perder el miedo y las manifestaciones masivas se sucedían. En diciembre de 1978, un millón de personas desplegadas por Teherán determinaron luchar hasta derrocar al Sha y pidieron a Jomeini (por entonces en Francia por la coacción de Irán al vecino Irak) que tomase las riendas. Finalmente, a principios de 1979 Reza Pahlevi pactó su salida del país con Bakhtiar, un opositor moderado que él mismo había nombrado primer ministro quince días antes en un tardío intento de apaciguar la situación. La familia imperial tomo de inmediato un avión con rumbo a Asuán, Egipto. El Imperio se volatiliza y la República Islámica, con el régimen de los ayatolás comandado por Jomeini, toma el relevo. En los siguientes meses, Pahlevi, enfermo de cáncer linfático, recorrió varios países en busca de un exilio dorado, hallando finalmente refugio en Egipto, en cuyo Hospital Militar de El Cairo dejó de existir el 27 de julio de 1980. Desde entonces Irán, convertido en un implacable enemigo de los EE.UU. e Israel, y permanente dolor de cabeza que desbarata sus nefastos planes de dominación.