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viernes, 30 de septiembre de 2016

LA TUMBA PERDIDA DE ALEJANDRO MAGNO: El secreto mejor guardado

Hijo de Filipo II y Olimpia y discípulo de Aristóteles, Alejandro (356-323 a.C.) ha maravillado durante siglos a partidarios y detractores, con su aura de semidiós y su formidable poder militar para conquistar un imperio que abarcó desde Grecia hasta la India. Convertido en rey de Macedonia a la temprana edad de 20 años, tras el asesinato de su padre su padre Filipo II en la boda de su hermana en el año 336 a.C. En unos años se hizo dueño de Grecia y comenzó su conquista del Asia. Pronto el Imperio Persa caía en sus manos y Egipto fue el siguiente. Allí fundaría la gran ciudad de Alejandría. Mientras se dirigía hacia la India estableció varias colonias macedonias en su camino. Pero tras llegar el norte de India, sus ejércitos se negaron a seguir adelante por estar en los confines del mundo conocido, y Alejandro no tuvo otra opción que regresar a Babilonia, convertida en la capital de su naciente Imperio. Durante su estancia en esa ciudad planificó una campaña para conquistar Arabia. Sin embargo, a los 32 años, contrajo repentinamente una fiebre y murió en Babilonia el 10 de junio del año 323 a.C. Todo lo que había ganado en el campo de batalla, se perdió por la ambición de sus generales, quienes se repartieron su Imperio. En cuanto al lugar de su descanso final, nadie lo sabe a ciencia cierta. Llevado su cuerpo a Egipto por Ptolomeo - donde se proclamó Rey en el año 305 a.C. - fue depositado primero en Menfis y posteriormente en Alejandría. Esta primera tumba de Alejandro fue reemplazada por un magnífico mausoleo en el centro de la ciudad en el año 215 a.C, por el nieto de Filadelfo, Ptolomeo IV Filopator, el cual se levantaba dentro de un enorme recinto sagrado conocido como el Soma, que fue el más famoso y sagrado santuario del mundo antiguo, ya que en Egipto y durante todo el Imperio Romano, hasta Constantino, Alejandro Magno fue venerado como un dios. En el año 89 a.C, Ptolomeo XI fundió el ataúd de oro macizo que contenía la momia de Alejandro y usó el oro para pagar a sus soldados. En el año 48 a.C, Julio César persiguiendo a Pompeyo llegó a Alejandría, y peregrinó a la tumba de su héroe en el mausoleo de Soma. Tras la conquista de Egipto por Octavio – el futuro emperador Augusto – visitó la tumba de Alejandro Magno, ordenando que le sacaran el sarcófago de la cámara funeraria para coronarlo con una corona de oro que llevaba. En el año 19 d.C. Germánico, acompañado de su hijo Cayo Calígula que contaba 7 años, visitó también el Soma de Alejandro. Cuando Calígula fue proclamado emperador, ordenó que le trajeran la coraza de oro de Alejandro de su tumba, y la usó en alguna de sus actuaciones. En el año 69 d.C Vespasiano y Tito también visitaron la tumba de Alejandro. En el 130 d.C. fue visitado a su vez por Adriano. En el año 200 d.C. Septimio Severo, se horrorizó al ver la facilidad de acceso que tenía la tumba y ordenó que fuera sellada. La última visita imperial documentada es la de su hijo el emperador Caracalla, en el año 215 d.C., quien dejó el anillo imperial y su cinturón como tributo a Alejandro. Se sabe que en el año 365 un gran terremoto que arrasó toda la costa del Mediterráneo Oriental y gran parte de Alejandría se hundió en el fondo del mar. Esta es la ocasión más probable de la total destrucción del Soma. Veinticinco años después Teodosio (emperador romano del Imperio Oriental ya cristiano) publicó una serie de decretos prohibiendo el culto a los dioses paganos entre los cuales se encontraba Alejandro, lo que originó que turbas de cristianos saqueasen varios templos paganos, destruyendo el Serapeo. Desde entonces, los restos y la tumba de Alejandro Magno desaparecieron de la historia. Con la llegada de los musulmanes, en textos árabes del siglo IX y X, se alude al ‘sarcófago vacío de Alejandro’ ubicado bajo la mezquita Atarina, donde fue encontrado en 1798 por el ejercito napoleonico. Sin embargo, tras la derrota de Napoleón en Egipto, el sarcófago fue llevado a Inglaterra en 1801 y depositado en el Museo Británico de Londres. En 1822 cuando Champollion descifró los jeroglíficos de la piedra roseta y se pudo descifrar la escritura jeroglífica egipcia de éste sarcófago, el cual fue preparado para Nectanebo II, que debió de contener el ataúd de oro macizo que contenía la momia de Alejandro, que Ptolomeo II Filadelfo había trasladado desde Menfis a Alejandría.De los restos de Alejandro, de su Mausoleo o Soma en Alejandría nada se sabe a ciencia cierta, sólo unas losas de alabastro pulido en una de sus caras encontradas en lo que debió de ser el cementerio latino en Alejandría que podrían haber formado una tumba similar a la encontrada en Vergina (Macedonia) de Filipo II, el padre de Alejandro, por Manolis Andronikos en 1977. Hay estudiosos como A.M.Chugg, que llegaron a ubicar los restos de Alejandro en la Basílica de San Marcos en Venecia, traídos desde Alejandría a Venecia por dos mercaderes venecianos en el siglo IX convencidos de que eran los de San Marcos, pero al parecer, se trata de una especulación sin fundamento. Otro de los sarcófagos atribuido a Alejandro Magno fue encontrado en el Líbano, cerca de Sidón, en el año 1887 junto con otros asombrosos sarcófagos milagrosamente intactos, unos esculpidos en estilo egipcio y otros labrados según los cánones del arte griego del siglo IV a.C., los cuales se conservan en el Museo Arqueológico de Constantinopla (Estambul). Uno de ellos, el más espectacular, de inmediato se creyó que era el Sarcófago de Alejandro, el cual aun conserva clarísimos restos de policromía original, tiene forma de arca y la tapa reproduce el tejado de un templo de doble vertiente, en los laterales se representan en altorrelieve, escenas de batallas entre griegos y persas, en los que se reconoce perfectamente los rasgos de Alejandro Magno por su yelmo y sus facciones, en los que es el protagonista absoluto de cada una de las franjas laterales. El sarcófago está esculpido en mármol pantélico, el mismo con el que está realizado el Partenón de Atenas. Seis escultores jonios firmaron la obra en dialecto ático. Pero no es el sarcófago de Alejandro, no, es el de Abdalónimo, rey de Sidón. Tal y como ha demostrado Karl Schefold de manera convincente en la década de 1960, éste sarcófago se hizo luego de la muerte de Abdalónimo (año 311 d.C.) por sus herederos, en homenaje al gran rey Alejandro y a la admiración que Abdalónimo sentía por el. En los lados cortos del sarcófago se representa al rey de Sidon cazando una pantera y en el otro una batalla, posiblemente la de Gaza. Llevamos 1700 años buscando la tumba de Alejandro y no la encontramos. Tal vez un día, si finalmente sea descubierta, se convierta una vez más en el lugar donde la gente pueda visitarle para ofrecer sus respetos al hombre que casi gobernó al mundo y que de haber consolidado su Imperio, hubiese cambiado la historia para siempre.
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